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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

«Magnitud imaginaria», de Stanislaw Lem

"Yo te engañaré y tú me lo agradecerás; yo te haré una promesa solemne, sin pensar siquiera en cumplirla, y tú quedarás satisfecho, o por lo menos fingirás, con una maestría digna de la causa, que lo estás. Y a los lerdos que pretendan anatemizarnos a ambos, les dirás que se habían extraviado en el espíritu de nuestra época y caído en los vertederos de vetusteces escupidas por la Realidad que no tiene tiempo que perder."

Esta cita podría ser un acertado resumen de la relación que existe, en cualquier libro de ficción, entre autor y lector. En Magnitud Imaginaria, sin embargo, tiene más que ver con los conceptos de fantasía, imaginación y, más propiamente, creatividad. Lem hace mucho más que imaginar. La imaginación no es para el autor polaco sinónimo de fantasear, sino que la entiende en un sentido mucho más borgiano: imaginar es crear, y, en su caso, llevar la creación de los universos imaginados hasta las últimas consecuencias. Eso es lo que hace en este inclasificable, maravilloso, genial e inolvidable libro, que destruye los esquemas de la ciencia ficción y que, sin embargo, …

… podría ser el hermanito pobre de Solaris. Como casi todo quisqui, yo conocía a Lem sobre todo por aquella novela sobre el recuerdo, la metafísica y las formas vivas del planeta Solaris. De ella dicen los entendidos que es una de las cumbres de la ciencia ficción, y quién soy yo para negarlo… Y no obstante, a mí, Magnitud Imaginaria, pese a su dificultad, o precisamente por ello, se me antoja un libro quizá más ambicioso, probablemente más imaginativo y, de manera incuestionable -y aquí radica su pecado-, divertido. Y todos sabemos que entre un libro serio y uno divertido, cuál lleva las de perder en la carrera del prestigio. Pero yo ¡qué bien me lo he pasado leyendo este libro!

Magnitud Imaginaria, que forma parte de un proyecto llamado Biblioteca del siglo XXI, al que pertenecen, además, Vacío Perfecto y Golem XIV, consiste en una colección de prólogos a obras inexistentes. Señala Roberto Valencia en su excelente prólogo que la idea es deudora de Borges y Rabelais. Desconozco hasta qué punto el genial y escatológico francés escribió algo parecido, pero sí es evidente la relación con «Tlön, Uqbar, Orbis Tertius», así como con «Funes, el memorioso». Así, en su maravillosa reivindicación de una prologología de libros jamás escritos, en la que de manera brillante recurre a fuentes como la Biblia, la historia del Arte o a Witold Gombrowicz, nos dice Lem:

«¿No nos amenaza un diluvio informativo? ¿Y no consiste su monstruosidad en el hecho de que aplasta la belleza con lo bello y anula la verdad con lo verdadero? Y así es, en efecto, porque la voz de un millón de Shakespeares provocaría el mismo infernal estruendo que la de una manada de búfalos en la estepa (…) De la misma forma, una ingente cantidad de significados en conflicto traen al pensamiento no el honor, sino la perdición. Y ante tal fatalidad, ¿no será el Silencio la única salutaria Arca de la Alianza posible entre Creador y Lector, puesto que el primero gana en mérito absteniéndose de idear cualquier tema, y el segundo, aplaudiendo esa manifestación de renuncia? (…) Por tanto, mis prólogos son anucios de unos pecados que no voy a cometer».

El resto del libro lo constituyen los propios prólogos, tan delirantes en su fantasía como escrupulosos hasta la obsesión en su minuciosa descripción de los sucesivos mundos creados. El primero de ellos, Necrobias, nos introduce a la obra de Strzybisz, creador de los conocidos Pornogramas, que, como su propio nombre sugiere, son radiografías pornográficas, es decir, gente en posturas eróticas de quienes vemos tan sólo el retrato radiográfico.

«Strzybisz acierta a mostrar (…) el medieval Totentantz holbeiniano que permanece dentro de nosotros intacto, idéntico, no afectado por el tumulto de nuestra civilización relumbrnte: la comunión de la muerte con la vida».

Pero la obra de Strzybisz va más allá de los pornogramas. Otro fragmento:

«Si tuviera que decir cuál de sus desnudos me parece más notable, señalaría sin vacilar «La Embarazada» (pág. 128), una futura madre con su criatura encerrada en el seno. Esos dos esqueletos, uno dentro del otro…»

El segundo prólogo es el de la obra La Erúntica, de Reginald Gulliver, el genial filósofo-diletante que consiguió enseñar inglés a una colonia de bacterias. Este prólogo es tan divertido como absolutamente apabullante en su descripción de los procesos por los que llega a tan genial resultado.

«Los cortos poemitas compuestos por el bacilus coli eran muy triviales y, además, no servían para ser recitados en voz alta, ya que, por razones obvias, las bacterias no tiene idea de la fonética inglesa. Debido a esto, sólo podían dominar la métrica del verso, pero no los principios del ate de rimar. La poesía bacteriana no producía nada mejor que dípticos como éste: «Agar agar is my love as were (1) stated above».

(1) Error debido a las bacterias.

Historia de la Literatura Bítica nos habla de la literatura no humana ni bacteriana, sino creada por máquinas. El prólogo es un ejemplo aún mejor de la erudición del genial autor polaco, y su familiaridad con la ciencia. Resulta difícil dar una idea aproximada de este prólogo, y el resultado podría ser disuasorio, porque servidor no se siente cómodo entre términos del calibre de «homotropía», «intertropía», «heterotropía», «paralexia», «semáutica», «terafísica», «ontomaquia» o «semolalia». Por ello, me desviaré un poco del tema y felicitaré a Jadwiga Maurizio por su extraordinaria traducción. Verbigracia:

» Las máquinas producen también neologismos en los llamados ejes semánticos; en esta clase de creación escogemos unos ejemplos fáciles de comprender sin consultar el diccionario:
(…)
«embrutido», fiambre en malas condiciones;
«alameta», finalista;
«piolencia», fanatismo religioso;

Este prólogo va seguido de un prólogo a la segunda edición, donde se nos habla de algunas de las obras más recientes de la literatura bítica, así como del creciente interés en la Literatura Teobítica. Los breves párrafos sobre la Teología Informática, Teología Matemática y Teología Fisicalista no tienen desperdicio, y sería un crimen que yo intentara siquiera esbozar un miniresumen. La búsqueda de Dios nunca ha sido más interesante y divertida.

El último prólogo del libro es el que corresponde a la Extelopedia Vestrand, una enciclopedia de la historia venidera.

«VESTRAND BOOKS se sienten felices de poder ofrecerle a usted, señor(a), la suscripción a la

MÁS FUTURA

Extelopedia que jamás se haya editado. (…) Las enciclopedias tradicionales, de uso universal desde hace dos siglos, entraron en una Grave Crisis en los años setenta debido al hecho de que las informaciones que contenían eran anticuadas ya en el momento de terminar de imprimirse.»(…)

¿POR QUÉ ES TAN EXACTA?

¿Por qué puede usted tener una confianza tan absoluta en la presente edición? Porque para confeccionarla nos hemos servido (anticipándonos a todo el mundo) de dos Nuevos Métodos de Sondeo del Porvenir, el Método SUPLEXIVO y…»

Huelga decir que la explicación del proceso de redacción y las instrucciones de uso de la extelopedia son tan detalladas, precisas, imaginativas, deslumbrantes y cabales, que por un momento uno se ve tentado de buscar en internet dónde la puede comprar.
Una lectura inolvidable.