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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

Abuelos pioneros

La publicación de los clásicos La ciudad, de 1925, y Max y Moritz, de 1865, evocan los orígenes del cómic.

Una ciudad deshumanizada, de contrastes puros en blanco y negro, con fábricas humeantes, con omnipotentes e intimidantes jefes que se yerguen sobre explotados trabajadores que no levantan cabeza; donde poderosos y orondos ricos acuden a fiestas, ferias, bares o museos, abarrotan centros comerciales y miran por encima del hombro a mendigos, vagabundos y prostitutas mientras hacen del consumismo su deporte favorito; donde la oscuridad de la noche ampara violaciones, asesinatos y robos; donde hay manifestaciones y mítines y violencia, y solitarios que contemplan la luna. Podría ser cualquier ciudad de hoy día pero ese despiadado retrato plagado de desigualdades sociales lo hizo, sin palabras, solo con un centenar de dibujos grabados en madera, el artista belga Frans Masereel en 1925. La ciudad, un clásico considerado el antecedente de la novela gráfica, cuya influencia han reconocido gigantes del género como Will Eisner y Art Spiegelman, llega por primera vez a España de la mano de Nórdica.

ZIPI Y ZAPE DECIMONÓNICOS / No es la única novedad que estos días evoca los orígenes del cómic y que paradójicamente también evita el elemento más definitorio del género: las viñetas y los bocadillos de diálogo. Impedimenta recupera la edición original de 1865 con ilustraciones coloreadas de las travesuras de los precursores de todas las parejas fatales de la historieta: Max y Moritz, del ilustrador y escritor alemán Wilhelm Busch. Cual Zipi y Zape decimonónicos, en las antípodas de la inocencia, el negrísimo humor de los dos pequeños pillastres, que destilan tanto las viñetas como los satíricos versos de Busch, fue un referente para el cómic americano y europeo.

PUZLE HUMANO/ Más que definitoria es la opinión sobre La ciudad del Premio Nacional de Cómic Paco Roca: «Es una mancha negra, siniestra y hostil, en la que con su certero trazo blanco da luz al puzle humano que se mueve en la oscuridad. Con un dibujo potente y actual dibuja una sociedad en la que podemos reconocer las mismas pasiones que mueven la nuestra». Masereel (1889-1972) fue un comprometido pacifista, prosoviético y antifascista que al inicio de la primera guerra mundial se instaló en Suiza para evitar ser movilizado. Allí fue caricaturista político y se relacionó con intelectuales como el nobel Romain Rolland, cuyas obras ilustró, o Stefan Sweig, quien dijo de él: «Si todo desapareciera (…) y solo nos quedaran los grabados que ha creado Masereel, a través de ellos tan solo podríamos reconstruir nuestro mundo contemporáneo». Pionero de las novelas gráficas sin palabras, de las que hay excelentes ejemplos recientes, como e l premiadísimo Emigrantes, de Shaun Tan, o La fuga, de Pascal Blanchet (Barbara Fiore), Masereel creó ya en 1919 Viaje apasionado (Mon livre d’heures), uno de los 1001 cómics que hay que leer antes de morir, según Paul Gravett, y que reeditará Nórdica con prólogo de Thomas Mann, para quien sus obras «son tan extrañamente convincentes, tan sentidas, tan ricas en ideas que uno nunca se cansa de mirarlas». La lista de 1.001 cómics… incluye también a Max y Moritz, «¡una pareja infernal, / dispuesta a sembrar el mal». Clásico de la literatura infantil germana con la que, recuerda el traductor Víctor Canicio en el prólogo, «todos los niños alemanes han crecido ». Por ello, pero también porque sus dichos satíricos en los que ni clero ni burguesía se salvan forman hoy parte de la cultura popular de su país, Wilhelm Busch está considerado por la crítica el abuelo de los cómics. «¡Ay, los niños revoltosos / suelen ser los más famosos!».

Por Anna Abella