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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

«Una oración por Katerina Horovitzová», de Arnost Lustig

Aunque no sabemos si ha tenido algo que ver, hemos tenido que esperar a la defunción de Arnost Lustig (1926-2011) para que en España apareciese una de las grandes obras sobre el Holocausto. De Lustig, en España, sólo se habían publicado dos obras hasta el momento: Ojos verdes (Galaxia Gutemberg) y Oraciones impúdicas (Seix Barral), esta última en el ya lejano mil novecientos noventa.

Una oración por Katerina Horovitzová, es una trampa, una obra que apenas supera las cientosesenta páginas y esconde en su cuerpo diminuto una obra monumental. Ahora, cuando acabe esta linea y yo diga que se trata de una de las mejores novelas salidas de los campos de concentración, el lector debe saber que se trata de una calificación prudente. Una oración por Katerina Horovitzová es uno de los ejemplos más acabados de un cierto tipo de literatura irónica, empleando el término, eso sí, en un sentido concreto que, por cierto, le escamoteamos al mismísimo Northop Frye.

Antes de llegar a eso quizás sea conveniente hacer un pequeño resumen de la novela, para ayudar a que el lector se sitúe. En la primera escena nos encontramos con Katerina Horovitzová contemplando anonadada una escena que a nosotros mismos nos resulta desconcertante. El señor Cohen se vale de un oficial nazi para hacer llamar a un sastre. Descubrimos una acción en la que un grupo de judíos son tratados, casi regaladamente, por el Reich. Pronto sabremos que la razón de tanta delicadeza es que el gobierno del Reich está interesado en intercambiarlos por una serie de altos cargos alemanes, que el grupo de judíos posee pasaporte americano y que todos ellos están en una desahogada situación económica de la que los alemanes pretenden sacar partido solicitando constantes transferencias a cuentas suizas para sufragar el coste de la operación de intercambio.

Existen varios tipos de novela irónica. Uno de ellos implica que el texto diga una cosa pero signifique otra distinta mientras los personajes son, o pueden ser, conscientes de la ironía. Es decir, hablamos de una novela en la que los personajes disponen de tanta información como el lector, de modo que, si no son capaces de entender el doble significado del texto -o si lo entienden mejor que el lector– se debe a sus propias limitaciones o a sus capacidades. La novela cómica es abundante en ejemplos del primer caso, mientras que la de detectives se puede citar como un buen ejemplo del segundo, aunque a menudo es un ejemplo falaz, ya que pretende fingir que el lector maneja la misma información que el detective cuando en realidad siempre suele haber algún dato que a aquel se le ha ocultado, al menos de forma parcial.

Otro tipo de novela irónica es aquella en la que los personajes no pueden interpretar el verdadero significado de las palabras, porque se les ha escamoteado alguna información indispensable. Si esa información indispensable se revela al final, al mismo tiempo que se le revela al lector, entonces se produce un efecto de sorpresa. Si la información indispensable es conocida por el lector en todo momento, la sensación que se produce acompañará también al lector a lo largo del texto. Es un efecto difícil de manejar. El lector puede acabar por cansarse de esa la distancia que los distintos niveles de conocimiento implican entre él y el personaje. El hecho de que estos tengan un nivel de información distinto del lector es bastante habitual -casi toda la gran novela se ha escrito así– pero es más raro encontrar que esa diferencia se emplee como recurso en la construcción de la trama y es a eso a lo que llamamos «novela irónica».

La información de la que el lector dispone pero el personaje no la puede haber conseguido de varias maneras. Puede que se la haya dado el narrador, puede que la haya facilitado un personaje -cuando otro no puede escucharlo, es un recurso habitual en el teatro-, o puede que el personaje esté en un momento histórico en el que determinada información no es conocida. Este es el caso de Una oración por Katerina Horovitzová.

Por supuesto, una novela irónica no tiene por qué ser cómica en absoluto. La ironía, alude a una doblez en lo que se dice, a las palabras de doble filo. En algunos casos -en este caso-, puede ser que la ironía, no solo no sea cómica, sino que sea terrible, porque vemos a los personajes desfilar hacia un final que nosotros -pero no ellos– adivinamos desde que alguien conjura, casi inadvertidamente, las palabras “solución final”.

Lo cierto es que, aunque por extensión podría ser una novela Una oración por Katerina Horivotzkova funciona más bien como un cuento, al menos en el sentido novecentista. No importa tanto el desarrollo de los personajes como el correcto funcionamiento de una trama que avanza movida por el único impulso de la idea primera. En ella, una serie de individuos que creen viajar hacia la libertad cuando, en realidad, viajan hacia su perdición.

Nosotros lo sabemos. Ellos no. Los personajes no tienen forma de entender el sentido de las referencias que el extravagante personaje que los acompaña va haciendo acerca de su verdadero destino. Poco a poco se va desvelando para ellos que los parámetros en los que creen moverse, en realidad, no existen, que todo aquello que consideran herramientas infalibles y asideros firmes -un pasaporte, dinero, la razón– no tienen efecto en un lugar en el que los mecanismos de la lógica, del honor o de la verdad han sido anulados, en un mundo arrasado por una voluntad funesta que hace inútil cualquier ley, porque ella es la ley, que no necesita juicios, porque ella misma es una sentencia contra la que no se puede apelar.

Por Miguel Carreira