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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

«Lo infraordinario», de Georges Perec

Hace más de un año terminé de leer La vida instrucciones de uso, la obra maestra de Georges Perec. Tengo que aceptar que cambió mi manera de concebir la literatura, como cada gran obra maestra lo debería de hacer.

Pero aquí había mucho por descifrar, muchas piezas de un rompecabezas que darían como resultado final un aprendizaje mucho mayor: lo esencial está en lo que vemos y hacemos día tras día; de esos pequeños detalles surgen grandes historias, pues al final de cuentas se convierten, en conjunto, en grandes aventuras.

Sin embargo, aquí no se hablará de esa novela, más bien de algo más pequeño, de Lo infraordinario, un libro muy parecido a Pensar y clasificar, lleno de curiosidades que consolidan y le permiten al lector identificar los aspectos más claros de la poética de Georges Perec. Este libro está conformado por ocho textos, pues no sabría de que otra manera llamarlos, introducidos por la gran novelista mexicana Guadalupe Nettel, donde afirma lo siguiente: “Lo infraordinario ha sido considerado por una gran cantidad de escritores como una prueba de la lucidez extraordinaria que tenía Perec en materia de literatura”.

En el primero de los ocho textos de Lo infraordinario, encontramos a un autor desesperado por hacer que el lector vuelva a sorprenderse y a ser curioso de la vida por sí misma, por lo que es, y ahí entendemos la poética de Perec: “Interrogar a lo que parecería habernos dejado de sorprender para siempre”, dice él y suena a súplica. Los siguientes textos parecerían ejemplificar claramente lo que Perec está pidiendo, él mismo es maestro y alumno. En pocas palabras, de esto se tratan los otros textos: la descripción de la misma calle en seis años diferentes, doscientas cuarenta y tres postales que han sido recibidas, la explicación de todo aquello que rodea el área de Beauborg (importante porque en ella se encuentra el Centro Pompidou), una reflexión acerca de un viaje a Londres, una burla ácida a la burocracia, un inventario de los alimentos y bebidas ingeridos en 1974 y, finalmente, una naturaleza muerta de su escritorio.

Por favor, de la manera más atenta les pido que lean con atención, hay mucho entre líneas, no crean que es así de simple, ni así de real. Perec, obsesionado con los rompecabezas y los juegos de palabras, vuelve a hacernos participantes activos de su literatura, nos invita a armar, sobre todo, nuestra propia naturaleza muerta, la descripción de nuestro alrededor. Sí, a Georges Perec le hubiera encantado que llamaran a este libro “una curiosidad”, pues si logra al menos despertar ese tipo de interés en el lector ya más de la mitad de su objetivo se habrá llevado a cabo.