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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

«La Buena Novela», de Laurence Cossé

En el último año, El País ha venido publicando una serie de entrevistas a grandes editores, preocupados no ya sólo por el impacto de las nuevas tecnologías en el mundo del libro, sino por los derroteros literarios (temáticos, estéticos) que siguen las novelas que se escriben en la actualidad.

Algunos de ellos lamentan el uso de patrones que garanticen un éxito de ventas, la uniformidad literaria, la copia de un estilo (Sigrid Graus, Salamandra); otros tratan de equilibrar la publicación de libros “exigentes” con obras “comerciales” para sobrevivir en el negocio (Antoine Gallimard, Gallimard); los hay que buscan enseñanza en los textos, orientación ante la incertidumbre o el latido del pulso de una época (Michael Krüger, Hanser); a veces, esos editores apuestan abiertamente por la excelencia de los libros, sin considerar otros parámetros: “Creemos en la cantidad de lectores que quieren algo de calidad” (Stephen Page, Faber & Faber); y en ocasiones reivindican la imaginación como piedra angular de una novela. Todos ellos hacen frente a lo que Constantino Bértolo (Caballo de Troya) denomina “literatura pre-cocinada de alta, media o baja gama”. La crisis de la narrativa que se escribe hoy no tiene tanto que ver con el formato (libro/e-reader) o con el puesto de venta (librería/Amazon), como con la creatividad de los autores (Graus), más atentos a la demanda del mercado que a sus propios impulsos internos. Imaginemos ahora una librería cuya apuesta fuese vender en exclusividad novelas exquisitas, alejadas del vendaval de obras escritas con oficio que sólo ofrecen entretenimiento a sus lectores; novelas escritas con pasión, con ansia, con desgarro, en las antípodas del sentimentalismo fácil; novelas magníficamente escritas, provistas de mensaje, que huyen de a vulgaridad y de los lugares comunes. Esa es la librería que da nombre a La buena novela.

Francesca Aldo-Valbelli e Iván Georg son dos libreros apasionados a los que el destino ha unido por casualidad. Su gran ambición es la apertura de una librería atípica, especializada en obras maestras, la mayoría, desconocidas para el gran público; lo que supone un riesgo, no tanto para la supervivencia del establecimiento, como para la suya propia. De la elaboración del fondo de la librería se encarga un comité. Se trata de ocho escritores cuyas identidades se ocultan para preservar su independencia. La buena novela, desde el mismo instante de su inauguración, se convierte en un éxito. La ausencia de best sellers es su marca distintiva. Su apuesta son los libros excepcionales, aunque no reporten cuantiosos ingresos. Y a este compromiso con sus propios valores ni siquiera renuncia cuando encaja sus primeros golpes. La envidia de autores y editores excluidos de la librería de moda en París toma cuerpo en artículos beligerantes publicados en la prensa nacional; sin embargo, con el paso del tiempo adquiere forma de tsunami homicida.

Escrita in medias res, con la descripción de las primeras agresiones a los miembros del comité, y con estructura de thriller, La buena novela encandila por su prosa elegante (mérito de la traductora, Isabel González-Gallarza), por la sabia elaboración del suspense y por su preciso conocimiento del mundillo literario, cuya trastienda muestra sin tapujos: una crítica literaria “perezosa” y “frívola”, que “solo conoce dos leyes: la pertenencia al clan y el amiguismo” (pág. 83); libreros miserables que despachan a los clientes en tres minutos y recomiendan títulos de oídas (p. 84); “editores industriales” que publican un 90% de libros insufribles para no perder su cuota de mercado (p. 142)…

Pero Laurence Cossé no se conforma con el sermón. Su libro constituye un emocionado homenaje a la literatura, arte placentero que enseña a los lectores a vivir. Y por eso, el amor y las relaciones familiares ocupan un lugar privilegiado en la novela. Detrás de cada personaje (escritor o librero) hay una historia que también es contada, pues son las experiencias personales las que empujan tanto al abismo de la escritura como al reto de la búsqueda y posterior defensa de las pequeñas joyas narrativas.

Los apasionados de la novela disfrutarán con esta obra.

Al contrario que el vino, un libro es bueno (o no) desde el mismo instante de su publicación. No mejora con los años. Otra cosa es que seamos capaces de descubrirlo en medio de la avalancha de obras que arrasa las librerías cada mes. Y La buena novela hace honor a su título. De lo contrario, no estaría escribiendo esta reseña.