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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

El hartazgo de R.I.P.

Las influencias confesas pueden devenir maldición. The Jam, sin ir más lejos, pasaron una extenuante parte de su carrera sufriendo preguntas bobas sobre The Who. Y aún así, admitir deudas es un gesto honorable.

El autor inglés Jonathan Coe nunca ha dudado en señalar a David Nobbs como gran influencia en su escritura (Caída y auge de Reginald Perrin y La espantosa intimidad de Maxwell Sim exhiben no pocas similitudes), y gracias a ello los lectores de gusto anglófilo podemos añadir un nuevo Astro del Humor al retablo. Pues la tercera novela de David Nobbs, escrita en 1975, quizás sea una de las mejores tragicomedias de la historia.
Tal vez recuerden a Reginald Perrin, protagonista del asunto, por la interpretación de un enfurruñado Leonard Rossiter en aquella serie de la BBC. El Perrin escrito, asimismo, es uno de los más memorables antihéroes de ficción. El precepto de la trama es simple: Reginald Iolanthe Perrin (iniciales: R.I.P.) es un commuter, o oficinista que viaja en trenes de cercanías, a punto de perder la paciencia. Tiene 46 años, y podría definírsele como sumiso, melancólico y aburrido. Pero es más fácil afirmar que Perrin está -perdonen mi lenguaje- hasta los huevos. Después de varias demostraciones de chifladura sicótica al estilo Un día de furia (solo que en cómico), este abúlico empleado de Postres Lucisol, casado cascado y padre de dos, decide simular su suicidio y renacer con otra identidad.
Caída y auge de Reginald Perrin pertenece a una ilustre tradición de agricomedia inglesa que va del Billy Mentiroso de Keith Waterhouse hasta The Office de Ricky Gervais. Reginald Perrin es un ser esperpéntico e hilarante, existencialista y apenado, como un Basil Fawlty sin los nervios. Su airado hastío y amargura infinita por el pasado, las expectativas fallidas y la rutina (“Besó a su mujer en el pelo, que le olía a hacía veinticinco años”), inundan al lector de compasión. Es un libro que provoca sonrisas y lágrimas; mucho de ambas. Y, además, es tan inglés. Inglés de trenes que van tarde e incomodidad social, sexo triste y césped cuidado y lluvias y bebercio a mansalva y snacks reveníos y sorry y vergüenza y terror al contacto físico y desear estar muy lejos de allí. Siendo otro, si puede ser. Uno de los libros más emotivos, tristes y divertidos que he leído nunca.

Por Kiko Amat