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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

La acción

Lo que parece normal, lo que se da por hecho es que toda acción tiene una causa, un motivo. Creo que el miedo, el caos, el abismo, el absurdo llevan a crear un mecanismo que podemos considerar lógico, la gran palabra, que tranquiliza y justifica a los individuos y a los grupos, que ambos tienen muchos elementos en común.

La acción se relaciona con lo irracional y también esta palabra desazona el ánimo. Pocas veces he leído un libro tan desgarrado, tan radical como el de Borís Sávinkov, El caballo negro, publicado por Impedimenta. Somerset Maugham afirmó del personaje: “Sí, Sávinkov es el hombre más extraordinario que jamás haya conocido”. Churchill también lo admiraba profundamente. Un dandi, un revolucionario, un escritor de fuerza extraordinaria. Tuvo que ser todo un personaje en un momento de la historia de Europa en el que todo cambió y lo hizo sobre una inmensa montaña de muertos.

En la página ciento seis de este diario está la clave simbólica. Aparecen los cuatro jinetes del Apocalipsis con sus atributos y sus cuatro caballos como en el soberbio dibujo de Sáenz de Tejada. El más importante es el caballo negro y el jinete lleva una balanza en la mano. La balanza es el símbolo de la justicia, de la medida donde todos serán pesados. La presencia de los textos bíblicos es muy importante con citas directas y con reflexiones.

Él aparece sentado en el trono y ella, de pie, con la mano apoyada en su hombro. Los vestidos son riquísimos. Se trata del zar Nicolás y de la zarina, soberanos autócratas de todas las rusias. Simbolizan el poder de origen divino hasta el extremo de que el pueblo se arrodilla delante del “padrecito”. Una corte llena de popes milagreros, dominada por la esperpéntica figura de Rasputín, más de oriente que de occidente. Nunca he creído en los valores europeos de Rusia, es un mundo donde lo irracional dominó hasta muchos años después de la victoria bolchevique.

La opresión zarista sobre la masa de campesinos y sobre el incipiente proletariado llevó a la Revolución y Sávinkov fue uno de los protagonistas de aquellos días que transformaron el mundo. El autor es la pasión en estado puro. Con la misma fuerza que apoyó la Revolución luchó en el ejército Blanco contra ella para terminar en el ejército Verde. Todos los bandazos posibles. La ideología política en este caso no tiene importancia en mi criterio, lo que vale es la visión apocalíptica de la existencia, la radicalidad como forma de ser y de estar, la crueldad en sus niveles más altos. Los cuerpos desnudos se balancean en las farolas, los viejos son azotados, el humo de la hoguera donde arde un hombre se eleva sobre el bosque, miembros amputados, sangre a borbotones.

La narración tiene la estructura de diario, lo que crea una ficción de inmediatez, de estar presente en el momento de la escritura. La tensión se mantiene en todo momento con una fuerza inusitada. Sávinkov es un hombre de acción y un escritor de acción, la concordancia entre la vida y el texto es absoluta hasta que llega el derrumbamiento final en la cárcel.

Existe una oposición radical entre la naturaleza y las acciones de los hombres que rompen su armonía. No es que la naturaleza sea el paraíso, pero es el contrapunto a la crueldad de la batalla, pero no se equivoque el lector, no se trata de la épica de la caballería a la carga, impasible a los cañonazos; no se trata de la infantería subiendo a pecho descubierto una colina bajo el fuego de las ametralladoras; no, nada de eso. Es la guerra de guerrillas, persecuciones, ocupación de un pueblo; pequeñas acciones de lo que ya era un ejército poderoso, el Rojo, para acabar con los “bandidos”, con pequeño grupos que, en el fondo, son mosquitos picando en la coraza de un elefante.

También la naturaleza es la paz, es el ámbito en el que el protagonista se siente unido a los árboles, al agua y sobre todo a los olores que lo purifican, que lo hacen brevemente feliz. Naturaleza y amor; el real de la campesina y el evocado de la joven sofisticada vestida de blanco a la que reencontrará en Moscú vestida de negro, con un retrato de Marx en el comedor y convertida al comunismo.

Los compañeros lo traicionan y el narrador acaba en la prisión, en la Lubianka, donde escribe el texto que cierra el volumen, En prisión, que se publicara mutilado y póstumo. El hombre de acción no pudo soportarlo y se suicidó o lo suicidaron en 1925. Léase.

Por Antonio Garrido