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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

«Inocencia», de Penelope Fitzgerald

Penelope Fitgerald (1916-2000) era una enamorada de Italia donde dio clases algunos años. Cuando fue editora de la publicación cultural World Review, en los años 50, publicó distintos relatos de autores neorrealistas italianos.

En la década anterior se encargó de las críticas cinematográficas de Punch, revista editada por su padre, E. Knox y en Inocencia muestra su familiaridad con el cine italiano realista.

La acción se desarrolla en Italia a mediados de los 50. Chiara, la hija de Giancarlo Ridolfi, un noble venido a menos, anuncia su intención de casarse con Salvatore Rossi, un médico de orígenes humildes, natural de un pueblecito del Sur. Chiara acaba de terminar el bachillerato en un prestigioso internado británico y Salvatore roza la treintena mientras comienza a abrirse paso en el mundo de la neurología.

La novela comienza con la visita de Giancarlo a su sobrino Cesare. Quiere pedirle permiso para celebrar la boda en una finca propiedad de la familia. En los capítulos sucesivos, conocemos el pasado de los protagonistas magníficamente construido. Sobre Salvatore, el futuro marido, pesa un cierto determinismo de clase. En una escena memorable, Fitzgerald, mezclando personajes reales y ficticios, al estilo de las novelas históricas de Walter Scott a quien admiraba, su padre le lleva a visitar a Gramsci, fundador del partido comunista italiano. La impronta de esta visita al político ya enfermo de muerte en el alma del joven Salvatore es muy distinta a la esperada por su padre. No querrá ser calificado por su procedencia ni por su carácter, sino convertirse en un hombre hecho a sí mismo. Años después, decidirá dejar Bolonia donde ha comenzado los estudios de Medicina e irse a Florencia donde conoce a Chiara.

Aunque se casan enamorados y Chiara considera que su matrimonio es maravilloso, sus propios actos y la interpretación que el otro hace de ellos se convierten en un escollo para su felicidad. Aparece un tema recurrente en la obra de Fitzgerald: la presencia de personajes tenaces, habitualmente hombres, cortos de miras que con su reducida visión de los acontecimientos dañan a los que están a su alrededor. Salvatore, que no ha sido del todo sincero con Chiara sobre su pasado, malinterpreta un gesto de su mujer y cree dar con la verdadera clave bajo la que todo lo que ha sucedido desde que se conocieron debe interpretarse. La reacción de los amigos y de los otros miembros de la familia tampoco ayuda a clarificar la situación. Hay una tensión que va in crescendo hasta el desenlace final que respeta uno de los principios de la autora según el cual era un insulto a la inteligencia del lector contarle demasiadas cosas.

En Inocencia hay una confrontación entre la Italia del Norte, los Ridolfi, la aristocracia, y la del Sur, los Rossi, pertenecientes a la siguiente generación de profesionales italianos idealistas inseguros sobre el lugar que les corresponde ocupar en el mundo. El pueblo mediterráneo, abierto natural, instintivo, prototipo del comportamiento humano en general, choca también con el carácter anglosajón, encarnado por los amigos ingleses de Chiara, más hermético e indescifrable en sus intenciones.

La crítica ha señalado que Inocencia es la tragicomedia más lograda de la autora con recursos propios de Shakespeare: los obstáculos que se interponen entre los jóvenes amantes, el papel desempeñado por los celos o el escenario italiano. Hay también reflejos de su propia biografía. Su matrimonio fue apasionado y tormentoso, la maternidad se retrasó porque su marido, un soldado irlandés, fue destinado al frente durante la II Guerra Mundial en África y en Italia. Como Chiara, estudió en un prestigioso internado inglés donde hizo amigas que conservará toda la vida. Barney, la compañera de Chiara en la novela, representa a todas ellas en su papel de confidente y amiga íntima.

El estilo es impecable. Fitzgerald presta atención a los detalles, acude a sugerentes metáforas y las páginas están impregnadas de una sutil ironía, muy británica, y acertadísima para describir las peculiaridades del carácter italiano. Los personajes están magníficamente retratados con sus matices, contradicciones y recovecos que les dotan de consistencia y contornos propios. Penelope Fitzgerald publicó su primer libro a los 58 años de edad. Se trataba de una biografía sobre un pintor prerrafaelita. Le seguirían varias novelas levemente autobiográficas -Impedimenta ha publicado ya La librería y El inicio de la primavera- que la consagraron como una de las figuras más destacadas de la narrativa inglesa de su tiempo.

Vicente Trelles