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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

«Pequeño Diccionario de Cinema para Mitómanos Amateurs», de Miguel Cane

Cualquier tentativa de analizar Pequeño Diccionario de Cinema para Mitómanos Amateurs desde un prisma excesivamente metódico y servil a los enunciados de una propuesta de libro-ficha acaba descuadrándose.

Para el sello Impedimenta, consolidado tras un lustro como una de las pequeñas grandes editoriales de nuestro país, la tentación de salirse puntualmente de la autopista de la literatura de pedigrí para tomar un desvío hacia el «paraíso» del cine (obras adaptadas al celuloide al margen) resultaba, a todas luces, tentadora. Así, el «estado de gracia» por el que atraviesa Impedimenta ha propiciado esta especie de cumplimiento de un anhelo para los que casan literatura con placer en el ámbito de la cinefilia vestida de mitomanía. Pequeño Diccionario de Cinema para Mitómanos Amateurs (2013) encaja dentro de los patrones de Impedimenta en su propósito de proveer a los amantes de la literatura de delicatessens que sacien su sed de conocimiento y, a la par de entretenimiento, al amparo de un texto que reconforta el intelecto en su finura expositiva no ajena al patrimonio de la ironía a cargo de Miguel Cane. En su exquisitez de edición asimismo se hayan “signos identitarios” para con el sello Impedimenta, que ha entrelazado el texto con una preciosa colección de ilustraciones obra de Ana Bustelo, recortes de una imaginario mitómano inmortalizados sobre fondo blanco.

El presente volumen se conduce por un sentido más lúdico que dogmático, más encarado hacia una evaluación muy personal del who’s who en el panteón reservado a los mitos cinematográficos y los que operan en sus aledaños que el fruto de una obra hilvanada desde una función meramente «taxonónima» sin apenas aliento de subjetividad. Cualquier tentativa de analizar Pequeño Diccionario de Cinema para Mitómanos Amateurs desde un prisma excesivamente metódico y servil a los enunciados a una propuesta de libro-ficha acaba descuadrándose. Cabe, por tanto, ligar la obra de Cane a un ejercicio de cinefilia/cinefagia filtrada desde la pasión, la ironía (como apuntaba) y el alto valor calórico que representa la sapiencia de alguien que ha hecho de su afición su profesión, acumulando ingentes visionados de películas de todas las épocas y latitudes, pero con una féerica mirada sobre el Hollywood clásico. Allí donde residieron cuatro de los ítems —Billy Wilder, Bette Davis, Marilyn Monroe y John Wayne— que asoman en la portada del libro igualmente ilustrado por Bustelo, y que tienen acomodo en su interior merced a sus entradas, poco provisionadas de datos (si es el caso, su nombre verdadero, y la fecha de nacimiento y de defunción) pero jugosas en anécdotas y soportadas por una lúcida síntesis de sus respectivas aportaciones al cinematógrafo. Una lucidez para nada reñida con una mirada harto discutible en ciertas aseveraciones, como la expresada para la entrada dedicada a Brian de Palma, en que el escritor mexicano se descuelga con el siguiente párrafo: «En 1996 estrenó su último éxito comercial, Misión: Imposible, y desde entonces ha tenido una presencia irregular en los platós, si bien su obra queda como marco referencial al ser mucho más compleja en contenidos y rica en texturas que la de algunos de sus contemporáneos más exitosos, como los complacientes (Steven) Spielberg y (George) Lucas». De esas propias filias y fobias (elevadas a la enésima potencia cuando cita a Tom Cruise en términos de «el hombre») se va nutriendo, por consiguiente, esta pieza singular que le pierde la cara a la solemnidad, a la idea de sentar cátedra, filtrándose en el corazón de esos aficionados que siguen pensando en el cine en términos de ilusión. Al encuentro de Cary Grant, Audrey Hepburn, Liza Minnelli y David Niven, pero también de intérpretes más esquivos al conocimiento del espectador medio (en este prropósito las féminas se llevan la palma: Sandy Dennis, Pamela Franklin, Dolores Hart, etc.) directores de buena parte de los rincones del planeta (gratifica alinearse con el pensamiento que la grandeza de un realizador no se mide en términos de lo prolífico de su actividad, léase Víctor Erice) y de algunos de los personajes (encabezado por la Holly Golightly de Desayuno con diamantes) que honraron la memoria cinéfila, se conduce Miguel Cane para este delicatessen servido con el aderezo de unas ilustraciones primorosas en sus tonalidades combinación de una infinita variedad de grises y de tonos rojizos. El color de la pasión con la que se ha imprimido Pequeño Diccionario de Cinema para Mitómanos Amateurs, parte podría aguardar en imprenta al medio plazo para sacar a la superficie nombres propios «en edad de merecer» un puesto en una obra de estas características. En semejante envite, a buen seguro, trabaja Miguel Cane, considerando para su nueva propuesta entradas dedicadas a Edward G. Robinson, Joseph L. Mankiewicz, Robert Mitchum, Jessica Tandy, Frances Farmer, Michael Powell y tantos otros.

Por Christian Aguilera