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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

Un canto a la lentitud

Dejando a un lado lo tremendamente divertida que es esta segunda novela de la serie de Reginald Perrin... Haciendo caso omiso de que podamos ver reflejados en ella muchos de los tics y traumas que afectan a la sociedad actual, a la sociedad de consumo que tanto nos atribula... Hay que decir que David Nobbs, su escritor, consigue adelantarse en muchos años a lo que tanta gente, hoy día, anhela, busca, aspira, trabaja por lograr.

Precisamente lo que el personaje del libro está buscando, la lentitud, el ralentizar el ritmo de vida lo suficiente como para poder disfrutar un poco del paso de la misma. Ese elogio de la lentitud se transmite de forma explícita y maravillosa en este párrafo que no me resisto a reproducir aquí: «…imagínate que también nosotros tuviésemos un ciclo anual. Imagínate que nos levantásemos el dieciséis de febrero, desayunásemos del veinte al veinticuatro, pasásemos el veinticinco en el baño, trabajásemos del uno de marzo al once de agosto, nos cogiésemos la quincena de Wimbledon para almorzar, nos invitasen a una copa los Smythe-Emberry del catorce al veintisiete de agosto, pasásemos septiembre cenando y nos fuésemos a la cama el tres de noviembre. Podríamos ponernos los pantalones tan lentamente que el ojo no llegase a detectar el movimiento. Nos libraríamos por completo de la necesidad de andar corriendo de aquí para allá e ir arrastrando con todo por el camino. Nos libraríamos de los implacables tentáculos de la rutina. Podríamos aspirar a ser tan sutiles como el cambio de color de las hojas de los árboles».
Ytodo esto se lo está diciendo a su gato Ponsonby, el único que es capaz de escuchar realmente sus verdaderos sentimientos. Desolación por llevar una vida anodina y aburrida, gris y sin estímulos, rutinaria y vacía de contenidos. Reginald Perrin, en su anterior aventura, Caída y auge de Reginald Perrin (1975), también publicado en Impedimenta, había querido romper con ese mundo apagado en el que vivía simulando su propio suicidio y asumiendo una nueva personalidad que le permitiese romper con todas las normas establecidas en su mundo social. No le salió como él quería, aunque vivió situaciones absurdas relacionándose de nuevo con los que había sido el centro de su vida hasta entonces. En El regreso de Reginald Perrin (1977), la segunda parte escrita por Nobbs ante el gran éxito de la anterior, insisto, tan divertida o más que la primera, el señor Reginald Perrin vuelve a toparse con la rutina aunque para ello halla que tenido que montar un consorcio de tiendas llamadas Basura en las que solo vende cosas inútiles a precios desorbitados. Como si fuera «un último corte de mangas» a la sociedad de consumo. Sin embargo, pese a su intención de que sea una broma, el éxito es fulgurante y esto le hace regresar a lo que no quería…
¡Uf! Pobre hombre… Aunque quizá David Nobbs nos está planteando por medio de su fino (y absolutamente británico) humor que nuestra sociedad está enferma de prisas, de consumo, de rutinas, de vicios adquiridos (no de los buenos), de relaciones enlatadas y enquistadas… En una sociedad en la que ahora vivimos tan atribulados por la crisis, los recortes, las reducciones de derechos, las bajadas de sueldos, la defenestración de la sanidad… quizá las enseñanzas de una novela de humor puedan servirnos a tomar las cosas de otro modo, a necesitar menos cosas, a alejarnos del consumo innecesario. Aunque eso sea la base del sostenimiento del sistema en el que vivimos (como insisten en repetirnos los gobernantes), porque puede que no sea este el sistema que necesitamos para disfrutar de nuestras vidas (aunque tengamos muchos subterfugios para disimularlo). Reginald Perrin se convierte en un icono a seguir, en una vía de escape para sentirnos mejor… aunque solo sea disfrutando de tan refrescante y entretenida lectura.

Por Javier Herrero