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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

¡Cuidado con Elizabeth Mapp!

Impedimenta publica ahora un clásico de E. F. Benson. En septiembre de 2011 escribí sobre Reina Lucía, de E. F. Benson, y afirmé que se trataba de una novela absolutamente británica, un ejemplo admirable de humor y de ironía, ambos rasgos muy característicos de la literatura de las islas.

Ya sé que todo impresionismo es inconsistente por definición pero la inconsistencia es un concepto que se puede aplicar con provecho cuando, como es el caso del autor de Berkshire, él construye de manera deliberada un universo regido en apariencia por lo fútil y que desde esta aparente sencillez, paródica sin duda, alcanza valores universales en las dos categorías señaladas.

Benson fue un excelente deportista y unmagnífico autor de relatos de terror que se pueden encontrar en numerosas antologías del género pero su fama se debe a esa soberbia radiografía de la sociedad inglesa de la primera mitad del siglo XX que forman las seis novelas y las dos historias cortas de la serie, de la que Impedimenta ha publicado La señorita Mapp, en excelente traducción de José C. Vales.

Una de las mejores virtudes de estas novelas es su capacidad de proyección de lo particular a lo universal. Tenemos en primer lugar un pueblo pequeño, de gran belleza paisajística, con dunas al lado del mar, se trata de Tilling. El espacio es de una gran importancia y no solo como localización; por ejemplo, el cenador de la protagonista, situado estratégicamente, es el observatorio privilegiado para sus pesquisas, para controlar la vida de sus vecinos. Al modo de un escenario de teatro, con breves pinceladas, se sitúa al lector en High Street, por donde suben y bajan los personajes, la iglesia, el campo de golf y las casas de la minoría que intenta imponer sus gustos y su moral al resto de los ciudadanos.

Porque este es el motor de la narración. En Tilling, como en Nueva York, y sé de lo que escribo, existe un grupo que pretende imponerse a modo de una dictadura ilustrada. Es un acierto haber creado ese espacio tan denso en su pequeña dimensión física porque todas las intrigas, las pequeñas nimiedades que se convierten en tragedias, los rumores, los cotilleos, se potencian hasta dar sentido, único sentido, a las vidas de esta admirable galería de personajes en la que luce Elizabeth Mapp, colmo y suma de la elegancia, experta en nada y juez de todo. La señorita es lo que podemos llamar una mala persona que se dedica a fastidiar a sus semejantes si estos no hacen exactamente lo que ella desea, pero esta afirmación no es exacta si no se completa con el humor y la ironía como recursos básicos de toda la estructura.

Desde el cenador se ve la calle y las dos casas enfrentadas en las que viven el mayor Benjamin Flint, con cierta aura de conquistador, al que la protagonista pretende cazar sin éxito, y el capitán Puffin, su amigo. Ambos están unidos por su mutua devoción al golf y al güisqui. Salen todas las mañanas hacia el campo y su camaradería es perfecta. Se acuestan tarde; uno afirma que escribe su diario y el otro que investiga las calzadas romanas; en realidad, se emborrachan con toda tranquilidad. Un día descubren que pueden beber juntos y cada noche uno de ellos cruza la calle a la casa del otro; pues bien, la señorita Mapp se encargará de estropearlo todo con su nariz méteme en todo y con su acerada lengua pero al final, esta es la clave, todo quedará en sonrisa y hasta en carcajada.

La novela se organiza como sucesión de diversos episodios: la visita del príncipe de Gales, el acaparamiento de comida, el posible duelo, la tan esperada llegada de la condesa, hermana del exquisito señor Wyse, la desafortunada coincidencia de los trajes, las partidas de bridge, las pequeñas cosas, lo cotidiano que se convierte en categoría, una delicia para el lector que debe sentarse cómodamente en el sillón, la habitación a oscuras, solo la lámpara que da luz al libro, un buen güisqui o un buen Málaga que beber a sorbos cortos. ¡Qué ratos más buenos con Benson!

El diálogo y las situaciones extremas son los otros elementos que dan forma al texto. El primero es chispeante y las segundas desembocan en placer divertido. No hay piedad en la crítica de la estupidez humana pero tampoco existe una crueldad innecesaria, se trata de sutileza, de elegancia del espíritu y de una prosa admirable que se recrea en las situaciones a las que me he referido. La novela se publica con el relato corto «La vizcondesa del Music Hall», donde, de nuevo, los errores de interpretación de Elizabeth llevan a situaciones delirantes con una presunta travestí comomotivo de escándalo. Léase.

Por Antonio Garrido.