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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

‘Querido Diego, te abraza Quiela’

Angelina Beloff y Diego Rivera fueron dos espíritus anudados en una idea trágica del destino: el amor sin brío, atenuado, cuando toca a su fin.

Elena Poniatowska (París, 1932), Premio Cervantes 2013, escribe desde otro lugar. Nos da elementos para analizar el poder que se establece en las relaciones amorosas.

E. Poniatowska, que ha destacado por su obra periodística, uno de sus títulos más importantes fue La noche de Tlatelolco, escribe estas doce cartas de ficción que Angelina Beloff (1879-1969), pintora rusa exiliada en París, podría haber escrito a su esposo, el gran muralista mexicano Diego Rivera (1866-1957), desde Paris, cuando él ya había marchado a México, donde conocería a Lupe Marín y a Frida Kahlo. Sólo la última carta es real y está recogida en The Fabulous Life of Diego Rivera, escrita por el escritor comunista Bertram Wolfe.

Querido Diego, te abraza Quiela fue publicada en México el año 1978; la editorial Impedimenta recupera esta novela corta de la escritora mexicana cuya edición en España (Ediciones Era, 1978) pasó inadvertida.

La autora describe en su crónica a una mujer, una pintora de gran talento pero con una baja autoestima, que pierde su propia identidad cegada por la pasión, por el desvarío amoroso. La narración epistolar se desarrolla entre el 19 de octubre de 1921 y el 22 de julio de 1922. Cartas en las que encontramos sentimientos que definen con lucidez dos grandes líneas de expresión: la creación artística, la angustia provocada por la soledad, la tristeza por la muerte de su hijo y la falta de recursos económicos. Ella no sabe que nunca habrá ni respuesta ni reencuentro.

Poniatowska y Beloff, dos mujeres extranjeras en París, nos muestran la riqueza emocional de un modelo femenino en plena evolución. Es la lucha de la mujer por ver y relatar la realidad, conseguir derechos y hacerse un hueco en la compleja trama social patriarcal. Algunas de ellas sucumbieron a un final patético.

Por Maria Ivanova.