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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

«Querido Diego, te abraza Quiela»

A través de las doce cartas que componen la obra buceamos por la palpitante conciencia de Angelina, marcada por la pobreza y por la tiranía de Rivera.

Nacida en París, heredera del título de Princesa de Polonia y naturalizada mexicana desde 1969, llegó al país azteca en 1944 huyendo junto a su familia de la segunda guerra mundial. Semejante trayectoria vital ha marcado profundamente la obra literaria de Elena Poniatowska (1932), cuya labor artística y periodística siempre ha estado vinculada a la defensa de los derechos humanos y a un incesante compromiso social. Por ello, su obra se caracteriza por dar voz a los que no la tienen, a los desfavorecidos, entre otros, a las mujeres.

Ahora Impedimenta publica una de sus obras más traducidas redescubriéndonos un auténtico clásico. Querido Diego, te abraza Quiela (1978) es una novela epistolar en la que Poniatowska narra la historia de amor de Angelina Beloff, pintora rusa exiliada en París, a través de sus cartas sin respuesta a su amado, Diego Rivera, el gran muralista mexicano, quien la ha abandonado para regresar a su país.

A través de las doce cartas que componen la obra (sólo la última es auténtica) buceamos por la palpitante conciencia de Angelina, marcada por la pobreza y por la tiranía de Rivera. Asistimos con esta obra a una bella y dramática descripción del amor como un testimonio tan grandioso como brutal. Así, pasamos de la incondicional generosidad de esta mujer, incluso en la más adversa de las situaciones (después de haber perdido a un hijo y ser abandonada por el pintor), a la más miserable de las dependencias.

La vida de Angelina se vuelve vacía sin la presencia de su amado. «Después de todo, sin ti, soy bien poca cosa, mi valor lo determina el amor que me tengas y existo para los demás en la medida en que tú me quieras». Incluso, a pesar de ser considerada una excelente pintora, se muestra perdida con su propia obra, «He abandonado las formas geométricas y me encuentro bien haciendo paisajes un tanto dolientes y grises, borrosos y solitarios. Siento que también yo podría borrarme con facilidad».

En definitiva, con esta obra nos encontramos con un relato honesto de las relaciones humanas, de sus peligros y sus pasiones, de los límites autoimpuestos a nuestra creatividad. Nada hay de perfección en este relato, y, sin embargo, lo percibimos como humano. Profundamente humano.