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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

‘Sapphira y la joven esclava’, de Willa Cather: el derrumbe del Viejo Sur

Sapphira supone la proyección del carácter del viejo sur, de los tiempos del esclavismo y las plantaciones, con terratenientes crueles y propietarios implacables.

Los reflejos de un pasado que se escapa entre los dedos, y la certeza de que ese pasado jamás volverá, han movido a no pocas plumas para apoderarse de ese proceso de transformación irreversible, haciendo de él la base de su universo narrativo. Este ha sido el caso de Willa Cather (USA, 1873-1947) quién, nacida en las tierras de Black Creek Valey en Virginia, y trasladándose a los ocho años a Nebraska, ha convertido los ecos de aquella experiencia infantil en la base de su obra. No obstante, la trascendencia de Willa Cather reside en su elevación moral de aquella experiencia, centrándose no en la simple descripción de las atmósferas o los personajes, sino en la base esencial del proceso de cambio social que atravesó su universo: los valores de aquel mundo se transformaban con la entrada de los primeros aires de modernidad.

Así lo atestigua el conjunto de su obra, donde el mundo de los primeros colonos y la américa de la pradera va tomando forma, y madurando, con obras tan destacables como Los colonos (1913), Mi Antonia (1918) o Uno de los nuestros (1922). Precisamente con esta última ganaría el Premio Pulitzer, triunfo alcanzado cuando ya era reconocida por la crítica y conocida por el público, aún a pesar de haber comenzado a publicar (que no a escribir) más bien a una edad tardía –con cuarenta años publicó su primera obra.

Ahora tenemos la oportunidad de acceder a la última obra publicada por Cather en vida: Sapphira y la joven esclava (Impedimenta, 2014, disponible en FantasyTienda; originalmente publicada en 1940). Una obra de madurez, síntesis de su temática, representación de sus características autorales más esenciales, y culminación de un estilo que ha ido cambiando hasta alcanzar un minimalismo directo propio más del cincel que de la pluma. En sus textos, la ausencia de detalle abona el terreno para la imaginación y la interpretación, aunque también permite una sucesión de acontecimientos o pensamientos que centran extraordinariamente la historia principal. Una dualidad flexibilidad/rigidez que ha desatado la polémica sobre si este estilo es o no una innovación digna de mención, pero que en todo caso supone un síntoma de la trascendencia de Cather y su obra todavía en nuestros días.

Trama sólidamente urdida, con elementos dispuestos en perfecta armonía, coordinados unos con otros, coherentes en su relación, y cuidados a fondo para una historia moral narrada sin fisuras. En cuanto a Sapphira y la joven esclava (Impedimenta, 2014), Cather nos traslada a las tierras donde nació y vivió sus primeros años, a Black Creek Valey, si bien en un tiempo anterior al que conoció en vida –sitúa el centro espaciotemporal de la novela en el 1856; aunque la voz narradora nos habla desde un tiempo posterior. Allí vive Sapphira Dodderidge Colbert, hija de un antiguo terrateniente de la zona, quién todavía mantiene una propiedad con esclavos, a pesar de vivir los tiempos de la abolición. Su agrio carácter e implacable dureza la mantiene alejada de todos, incluido su propio marido, Henry Colbert, molinero abolicionista cuyo carácter tolerante y bondadoso ha acabado por separar al matrimonio emocional y especialmente –Henry comparte momentos con Sapphira solo en contadas ocasiones. Una distancia que aumenta radicalmente cuando, por accidente, Sapphira escucha una conversación entre dos de sus esclavos, a partir de la cual interpreta que su marido le está siendo infiel con una de sus jóvenes esclavas, Nancy. La ira de Sapphira se desata y a Nancy no le queda otro camino que huir para salvar su vida, empresa para cuyo éxito encontrará no pocos ni inesperados aliados.

A partir de Sapphira como eje, la novela distribuye su análisis de la transformación del contexto tanto desde una dimensión íntima centrada en el fondo moral de los personales, como desde una dimensión social orientada a observar el deterioro y/o substitución de los viejos esquemas jerárquicos.

En cuanto a la dimensión íntima, Sapphira supone la proyección del carácter del viejo sur, de los tiempos del esclavismo y las plantaciones, de los terratenientes crueles y de los propietarios implacables, dedicados en cuerpo y alma a sus tierras. Ella es una generación posterior, pero mantiene todavía intactos unos valores y unas actitudes que, en el nuevo contexto que a su alrededor germina, ya no parecen tener la misma validez. Su marido posee una religión y unos valores de tolerancia y auxilio cara a los demás que la enervan. Además, el origen humilde de éste, en comparación con el suyo, es un hecho que el deterioro de su relación ha conseguido indignarla sobremanera, casi hasta sentirse humillada. Mientras que la relación con los demás propietarios, algunos claramente abolicionistas, la aísla todavía más de lo que ya está. La otrora normalidad se observa ya como una excepción, pronta para extinguirse de todo en cuanto Sapphira fenezca.

En cuanto a la dimensión social, las anteriores jerarquías sociales, élites de un sur casi oligárquico, da síntomas claros de empezar a derrumbarse. Se resquebrajó en cuanto Sapphira y Henry se casaron, un matrimonio que rompía con la reproducción de las jerarquías. Todavía más significativo resulta que Sapphira no tenga sucesor o legatario, y que otras ramas de la familia (Rachel Colbert) muestren también valores más acorde con los nuevos que con los viejos tiempos. Aunque el principal síntoma de caída es el que, entre los supuestos herederos de las viejas estructuras, aparecen apoyos abolicionistas para la huida de Nancy; confirmando esa soledad, aislamiento y desarraigo de los viejos valores del Sur. Únicamente un sobrino de Henry, Martin Colbert, sátrapa inmoral, contribuye con crueldad desmedida al plan de Sapphira para denigrar a la supuesta amante de su marido.

La construcción de Sapphira y la joven esclava (Impedimenta, 2014) nos permite reconstruir con amplia libertad a las atmósferas y los personajes, rellenando el argumento con detalles extraídos directamente de nuestra imaginación. Por el contrario, estos detalles deberán ajustarse a una trama sólidamente urdida, con elementos dispuestos en perfecta armonía, coordinados unos con otros, coherentes en su relación, y cuidados a fondo para una historia moral narrada sin fisuras.

Por Francisco Martínez Hidalgo.