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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

Del libro a la pantalla: ‘El barco faro’

El libro de relatos de 'El barco faro', de Siegfried Lenz, ha sido recomendado en Cine Archivo, donde además recuerda la versión cinematográfica filmada sobre el relato que da nombre a esta obra.

Si concerniera a gran parte los lectores germanos, Siegfried Lenz (n. 1926) hace tiempo que hubiera merecido el Premio Nobel de Literatura, y con ello, su popularidad hubiera aumentado de manera exponencial fuera de su país de adopción.

Una de las explicaciones del porqué Lenz apenas ha trascendido en países como el nuestro se debe a la ausencia de una editorial que haya acogido su obra, realizando una especie de Biblioteca del autor de origen prusiano. Así pues, nos encontramos con un panorama de piezas diseminadas por distintas editoriales, algunas de las cuales han sido descatalogadas y, de no mediar un Premio Nobel en los próximos años (Lenz se acerca a cumplir los noventa años), difícilmente esta situación tiene visos de revertirse.

A expensas que se dé el “milagro” en este sentido, el sello Impedimenta ha publicado, junto a nueve relatos cortos, una de las novelas de Lenz que aguardaban edición en lengua castellana, El barco faro (1960), la única que ha tenido traducción a la gran pantalla en formato de producción estadounidense. Queda ya a considerable distancia la fecha del estreno de El buque-faro (1985) pero, cuanto menos, el recuerdo de una extraña producción confeccionada por un compatriota de Lenz, el polaco Jerzy Skolimowski, puede arrastrar a algunos a interesarse por la lectura de un texto que no excede las ciento cincuenta páginas. Una dimensión presta, pues, para ser adaptada al celuloide, pero que el otrora enfant terrible Skolimowski tuvo la prudencia de despojar de su componente metafórico, el que repararían los lectores alemanes en orden a visualizar la novela como un tratado sobre el poder devastador del nazismo corporizado en el personaje.

Una vez más, la impecable edición de El barco faro en el haber de Impedimenta guarda justa correspondencia con la calidad literaria de su autor, Siegfried Lenz, dotado de una pluma ágil que abunda en los efectos alegóricos dispuestos a trascender el marco geográfico y convertirlo en una particular “ceremonia” sobre la culpa, la herencia del pasado —el doctor Caspary se explaya a la hora de contar su propio relato vital, en que tienen cabida hasta un total de tres identidades—, la dignidad y el sentido del deber, atributos que conectan directamente con el temperamento del pueblo germano en pleno proceso de catarsis una vez concluida la Segunda Guerra Mundial.

En esa dialéctica sostenida entre el capitán del navío Freytag y el doctor Caspary maniobra un relato que muestra a las claras la determinación de su autor por operar a distintos niveles. Mientras la percepción de un lector allén de las fronteras alemanas pueda disfrutar de las páginas de El barco faro a la manera de un relato noir focalizado en alta mar —espacio transitado por otros autores, caso de Charles Williams o parcialmente por Patricia Highsmith en A pleno sol (1952)—, de cara al mercado interno Das Feverschiff razona en esa vertiente metafórica de la Skolimovski prescindiría para su adaptación cinematográfica servida a mediados de una década, la de los ochenta, que arrancaría con el remontaje de ¡Manos arriba! (1967), “secuestrada” desde entonces por las autoridades gubernamentales polacas.

Con esta realización se forjaría le “leyenda” del errante Skolimovski, a medio camino entre el malditismo y el carácter de culto que adoptarían algunas de sus producciones. Más próxima a este último concepto, El barco faro, casi treinta años después de su estreno naufraga en su valoración crítica fruto, entre otras consideraciones, de los percances suscitados durante su complejo rodaje en pleno periodo invernal, cerca de la costa Este que baña Dinmarca, el país dónde Lenz encontraría acomodo antes de caer preso por los británicos en el campo de reclusión de Schleswig-Holstein.

La adaptación de Skolimowski

Digno de estudio que podría bascular entre lo psicológico y lo sociológico, muchos de los cineastas surgidos de países del centro de Europa que suscribieron compromisos profesionales para con la industria cinematográfica estadounidense —en la mayoría de los casos, acabarían regresando al viejo continente—, han repercutido en la gran pantalla historias operadas sobre mundos cerrados, espacios que invitan a una sensación de claustrofobia. Una lectura, a nivel de subconsciente, de esas barreras impuestas por regímenes autoritarios, fundamentadas en un sentido de represión de las libertades individuales y colectivas.

Paradigma de ello deviene Alguien voló sobre el nido del cuco (1975), de Milos Forman, y los films dirigidos por Roman Polanski, pero también los concebidos por su antiguo colaborador Jerzy Skolimowski. Ambos habían llevado a cabo el relato en alta mar de El cuchillo en el agua (1962), primera piedra de toque profesional para Polanski y Skolimowski antes de que sus cauces cinematográficos acabaran separándose.

Aplicado nuevamente a ese concepto claustrofóbico del que hace acopio El cuchillo en el agua y la posterior producción Trabajo clandestino (1982) —comedia social de tintes autobiográficos—, Skolimowski no lograría armonizar el conjunto de El buque-faro, en cuyo origen a Klaus Maria Brandauer se le había asignado al papel del pérfido doctor Caspary mientras que Robert Duvall debía lidiar con el del capitán Miller (Freytag en la novela). Una vez intercambiados los roles, el actor teutor mostraría su enojo en el curso del rodaje con una actitud en nada cooperadora, complicando de por sí una situación límite debido a las condiciones de trabajo sustanciadas a bordo de un buque-faro anclado en la costa danesa.

De todo este asunto se derivaría la imposibilidad de encajar las piezas dispuestas por Skolimowski, quedando para los anales una producción que cubrirá las expectativas para “cazadores de rarezas” pero no para la plana mayor de aficionados bregados en el cine de género. Sin duda, El buque-faro emplearía para su esquema narrativo los formulismos del cine de gángsters, sobre todo a partir de la aparición del doctor Caspary y sus “secuaces” de la misma sangre, diluyendo de esta forma el peso del subplot en que entra en juego la relación paternofilial mantenida entre el capitán Miller y su hijo (el propio vástago del realizador), una figura asimismo presente en el relato literario que sentaría las bases de esta película de la CBS, junto a Agente doble en Berlín (1985), la única que concibió la empresa televisiva en el resbaladizo terreno de las producciones cinematográficas de cierto empaque concebidas durante la década de los ochenta.

Al final de la misma, los ecos de aquel “nómada” de la cinematografía mundial empezarían a resonar cada vez con menor intensidad, al punto de que un título tan estimulante a priori como Essential Killing (2010) —nuevamente, retoma el tema de esas prisiones “interiores” y reales, las propias de un reo afgano (Vincent Gallo, premiado en el Festival de Venecia) que huye de sus captores estadounidense— ni tan siquiera se consideraría para su distribución en formato digital en suelo español. Skolimowski acabaría, pues, capeando el temporal ofreciendo su mirada hierática para (macro)producciones USA en las que se le reservaría un papel de secundario, o bien prosiguiendo su veta de guionista, que había quedado marcada a fuego durante su etapa de aprendizaje en la Escuela de Lodz.

Por Christian Aguilera.