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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

«Pandora», Henry James

Es una novela tan cojonuda que he tenido la idea de plagiar la historia contemporizando en nuestro Palacio de la Moncloa, nuestro ministro de Hacienda, Montoro VI el guapo y una diplomática hiper-afectada con moño alto y tirabuzones californianos tomándose un nespresso.

Pero el primer folio tal como una compresa, ha absorbido la somnolienta pesadez que me suponía a mí esta basura y ha muerto en el depósito de las ausonias extraplanas; porque tratar de emular con una distancia de 130 años una historia de Henry James sin el talento de Henry James y sin los clanes europeos y norteamericanos de Henry James es francamente de burda bisutería.

He leído muchas novelas de Henry James y siempre me descubre el arrebato de leer dando el coñazo a la gente, a María, a la vecina del orfidal, al ecuatoriano que viene a leer el gas. Leer en voz alta es bonito. Pero cargante ante la carencia de voracidad por la buena literatura que viene a ser la línea habitual de mi barrio de anabolizantes y fruterías.

Sí. Ya lo saben. Pandora me ha gustado mucho. Impedimenta, felicidades , aunque tampoco es una jugada vacilante apostar por Henry James ante intelectos con charme literario tal como el mío. El resto es el problema. Preguntad a Planeta. Aprovecho la coyuntura para citar un extracto de la novela: En segundo lugar , no es ella ni mucho menos quien se hace a sí misma. Contribuíamos a hacerla todos nosotros al mostrar tanto interés por su persona. Ya saben.

Y ahora vayamos al quid. Razones. Pensé que nunca diría la palabrita, pero no hay más que rendirse: Adorable. Pandora Day es la hija de unos paletos que embarcan en el puerto inglés de Southhampton , tras haber estado dos años de gira europea. En ese mismo barco hay un pasajero llamado Otto Vogelstein que busca su destino diplomático en Whasington. Más o menos viene a reflexionar lo siguiente: coño, está buena, no es súper guapa, pero qué soltura tiene la chavala, y no es tan cateta como la madre , que parece un besugo de pueblo , joder, me mola pero no me mola.

Pero en conde, en siglo XIX y en sensibilité et élégance del copón.

Todo ironía, James. Incluso desternillante este episodio del libro.

Se trataba de dos seres toscos, indolentes y sin gracia, que permanecían durante horas sentados juntos en cubierta mirando imperturbablemente el frente.

La señora Day tenía la tez blancuza, las mejillas alargadas y los ojos pequeños, su frente estaba ribeteada de ricitos negros y tirantes, y movía los labios como si continuamente tuviese una pastilla en la boca. Alrededor de la cabeza llevaba una prenda…

Y llegado un momento, en la travesía ocurre esto:

Como sabemos, los alemanes son gente trascendental y se produjo al fin una arrolladora atracción por parte de Vogelstein hacia aquella joven solitaria y despierta…

Pero la novela adquiere una cadencia maravillosa en Whasington, justo ese momento en el que ya no puedes parar de leer. Hay un sarao diplomático y Pandora es esa chica que les flipa a todos por desenvoltura, belleza y saber estar. Coincide con el conde. Cómo llega, ese es el dilema de la novela y las controversias entre la sociedad norteamericana y europea del siglo XIX. En el primer caso las aptitudes , el saber estar y saber usar los tenedores , en el segundo, la apariencia y el rango social. No, no es Mar Flores. Tampoco Belén Esteban. Vean pues:

No era disoluta, ni estaba emancipada, no era vulgar, ni indecorosa y no había en ella, al menos no de una manera ostensible, un solo gramo de la pasta de que están hechas las cazafortunas. Se trataba tan solo de una persona popular y su éxito era exclusivamente personal. No había nacido con la cuchara de plata de la oportunidad social pero había terminado por empuñarla a fuerza de práctica honesta

Por último, una vez más , en las novelas de Henry James , hay enigma, humor, psicología y sensibilidad femenina y Pandora es paradigma de todas estas magnificas cualidades que hacen grande la literatura. No hay mejor crítica para una novela que asumir el rápido paso de las horas mientras que este libro y yo nos hemos conocido. Nos hemos caído de puta madre y lo he adaptado a la mesa francesa de centro , para que los invitados lo vean nada más entrar en el salón y sientan lo que yo llamo envidia complaciente. Decora y entretiene. Impedimenta, muy bien.

Por Javier Divisa