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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

Fascinación Polar

Cuando se cumple el centenario de la épica expedición de Ernest Shackleton al Polo Sur, la publicación del hermoso libro ilustrado El viaje de Shackleton, obra del artista británico William Grill, por la editorial Impedimenta, nos invita a reflexionar con un escalofrío de placer en la fascinación literaria que la exploración de los Polos ejerce todavía hoy sobre nuestra imaginación.

Inmensidades blancas y heladas, aún ahora inexploradas e incógnitas en buena parte, con temperaturas por debajo de los cuarenta grados centígrados, habitadas por una fauna singular… Los picos de hielo y nieve, los mares congelados, con sus icebergs errantes, las estepas interminables y los amenazadores glaciares de las soledades polares, ejercen sobre nuestra mente una fascinación hipnótica, superior, incluso, a la de los desiertos y selvas más agrestes. Los Polos, especialmente el continente Antártico, se erigen como la prueba definitiva de una Naturaleza totalmente indiferente a la existencia del hombre. Un lugar donde, salvo en condiciones precarias y a cuenta de una tecnología y un esfuerzo infinitos, el ser humano es incapaz de vivir permanentemente y apenas de sobrevivir. Quizá por ello, el último desafío fáustico de la Revolución Industrial, y uno de los que más vidas sacrificara, fuera la conocida como Edad de Heroica de la Exploración Antártica, iniciada a finales del siglo XIX para terminar, precisamente, en 1917, con el esforzado retorno de la expedición Shackleton.

Por el largo camino quedarían, entre otros muchos cuerpos sin vida, a menudo desaparecidos sin dejar rastro en el desierto helado, los de los seis integrantes de la trágica Expedición Terra Nova, liderada por el mítico Scott en 1912, y el de su competidor y vencedor en la pugna por poner pie en la Antártida, el noruego Amundsen, desaparecido en 1928 durante un rescate en el Polo Norte. O el del propio Shackleton, fallecido en 1922 de un ataque al corazón, en plena expedición polar.

EL VIAJE DE SHACKLETON

En 1917, Ernest Shackleton, experimentado hombre de mar y de hielo que ya había liderado dos expediciones polares entre 1901 y 1909, decidió llegar todavía más lejos. Se propuso atravesar de punta a punta el ignoto continente Antártico. Su aventura, ya de por sí arriesgada y peligrosa, se convirtió en una auténtica odisea de supervivencia cuando su barco, el Endurance, quedó atrapado en el hielo, para acabar siendo estrujado y quebrado como un huevo por las congeladas aguas. A partir de ese momento, comenzó un largo viaje a pie y en barca por entre abismos gélidos, que se saldó con la increíble hazaña de que Shackleton consiguiera llegar hasta una estación ballenera y hacer que todos sus hombres fueran rescatados con vida.

Por desgracia, otra parte de la expedición, el Grupo del Mar de Ross, que habían abordado el continente a pie para convertirse en apoyo del grupo principal e ir dejando provisiones, no tuvo tanta suerte y, a pesar de los esfuerzos del propio Shackleton, perdería a tres de sus hombres. Pese a todo, la aventura de la Expedición Trans-Antártica Imperial tuvo lo más parecido a un final feliz que podía esperarse en tales circunstancias, mostrando la capacidad de resistencia, el compañerismo y hasta el heroísmo de un grupo de hombres en circunstancias desesperadas, que supo hacer frente a las peores adversidades.

Así lo refleja espléndidamente el artista británico William Grill en El viaje de Shackleton, con estilo colorista, extremadamente detallista e ingenuo al tiempo, en la tradición de Raymond Briggs, integrando perfectamente los breves y concisos textos con sus ilustraciones, de forma orgánica y ágil, y punteando la obra con espectaculares páginas dobles. Una evocación sencilla y poética a la vez de la hazaña de Shackleton, que pone su acento en el espíritu de resistencia humano, y su increíble historia al alcance de todas las edades, mostrando el lado más luminoso de la aventura antártica.

GÓTICO POLAR ÁRTICO

Lo cierto es que el Polo no se hizo para el hombre, y quizá por ello la imaginación gótica, con su alma de cautionary tale, lo convirtiera rápidamente en uno de sus escenarios predilectos. Ya Mary Shelley condenó a su triste criatura de Frankenstein al destierro en las heladas vastedades polares, fiel reflejo de su propia y vasta soledad al saberse único ejemplar de su especie artificial. Wilkie Collins publicó en 1874 The Frozen Deep, uno de sus melodramas victorianos llenos de asesinatos, misterio y traiciones, gran parte de cuya acción transcurre durante una exploración ártica. Pero, sin duda, la más influyente obra del gótico polar sería El relato de Arthur Gordon Pym, novela por entregas publicada por Edgar Allan Poe en 1837, cuyas aventuras marítimas de tinte a menudo macabro y siniestro, culminan con la llegada a la Antártida y un misterioso final, interrumpido por la no menos misteriosa exclamación de los nativos ¡Tekeli li! ¡Tekeli li!, que tanto daría después.

En efecto, como secuelas del antártico enigma de Gordon Pym cabe considerar La esfinge de los hielos, publicada por Julio Verne en 1897, y que, acorde con la personalidad de su autor, da una explicación científica y racional al misterio (una montaña magnética), y también En las montañas de la locura de Lovecraft, publicada en 1936, y una de las cumbres demenciales de la narrativa lovecraftiana, que nos descubre toda una civilización alienígena que habitó la Antártida en tiempos arcanos, de cuyos obscenos experimentos biológicos sería producto el propio ser humano…

Menos conocida, pero también parcialmente inspirada en Poe y más aún en las teorías seudocientíficas sobre la Tierra Hueca de John Cleves Symmes, la novela Symzonia (1820) firmada por el misterioso Capitán Adam Seaborn, pero atribuida por muchos al propio Symmes, sería la primera de una larga tradición que sitúa en el Polo Sur –y a veces en el Norte- la entrada a un mundo o mundos subterráneos, habitados por seres que han evolucionado al margen de la humanidad de la superficie. Esta curiosa novela ha sido rescatada recientemente del olvido por Óscar Mariscal en una cuidada edición de La Bilioteca del Laberinto, acompañada por otros raros textos polares del propio Poe.

En las primeras décadas del siglo pasado, cuando todavía no podía cartografiarse con certeza la superficie completa de la Antártida o el Polo Norte, fueron muchos quienes imaginaron civilizaciones perdidas, ocultas entre los hielos: el francés Charles Derennes en El pueblo del Polo (1907), con sus reptilianos avant la lettre; Edgar Rice Burroughs con su antártico mundo prehistórico de Kaspak, creado en 1918, y un largo etcétera que combinaron los temas de la Atlántida y Mu, Agharti y Shamballah o la Tierra Hueca, con otros mitos y leyendas similares, pertenecientes a la Tradición esotérica y ocultista, que derivarían después en las modernas modernas teorías conspiratorias paranormales y seudocientíficas, que incluyenreptilianos, draconianos, bases polares nazis, portales interdimensionales, y demás hierbas alucinógenas.

Más interés para nuestro Gótico Polar tienen relatos de horror que pueden dejarte realmente helado de miedo, como ‘En la tienda de Amundsen’ de John Martin Leahy, publicado en Weird Tales en 1928, y que explica –o mejor dicho: no explica- lo que le pasó a Amundsen antes de desaparecer, o, desde luego, ‘¿Quién anda ahí?’, el clásico de John W. Campbell aparecido en 1938, que daría lugar a las distintas películas de «La cosa»: El enigma de otro mundo (The Thing from Another World. Christian Nyby, 1951), La cosa (The Thing, 1982), obra maestra del terror polar de John Carpenter, y su remake de 2011.

Hoy, con ambos Polos explorados, cartografiados, fotografiados por satélite y documentados al milímetro, y cuando corren riesgo de derretirse hasta quizá desaparecer, parecería que ya no hay espacio para fantasías y pesadillas polares. Nada más lejos de la verdad: Proyecto Arcadia, del australiano Greig Beck, recientemente publicada por La Factoría de Ideas, es una perfecta y divertida actualización del gótico on the rocks y las historias de fantasía polar, en clave de technothriller, que nos lleva bajo la superficie antártica para volver a encontrar civilizaciones perdidas y criaturas monstruosas dignas de Lovecraft o Campbell.

Teniendo en cuenta que cualquier día se nos funden los polos, arrastrándonos con ellos haciauna nueva glaciación, y que, al fin y al cabo, ya se acerca el invierno, cojan El viaje de Shackleton, Proyecto Arcadia y las viejas novelas polares de Poe, Lovecraft y compañía, acérquense a la chimenea –o su más parecido y triste equivalente tecnológico a mano-, pongan en su reproductor de música la Séptima Sinfonía de Sir Ralph Vaughan Williams, familiarmente conocida como Sinfonía Antártica, y dispóngase a congelar el aburrimiento durante unas cuantas horas, mientras llegan o no llegan de nuevo los terrores del hielo y la oscuridad, que diría Christoph Ransmayr.

Por Jesús Palacios