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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

Matemos al tío

Esta novela tuvo éxito cuando se publicó; luego ha estado treinta años olvidada, y últimamente ha vuelto a ser editada con renovados elogios.

Es un relato que coincide con Huracán en Jamaica, de Richard Hughes, en que ambas hablan de niños que se comportan de un modo inocentemente cruel, y con La noche del cazador, de Davis Grubb, en que hay un psicópata que persigue a los niños con saña.

A una pequeña isla canadiense llegan dos niños de diez años a pasar unos meses. Uno es Barnaby Gaunt, huérfano y futuro heredero de una gran fortuna, que se alojará con los señores Brooks a la espera de que llegue su tío y tutor. La otra es Christie MacNab, que vivirá con la señora Nielsen, la cabrera, una conocida de su madre. Ambos son los únicos niños de la isla. Al principio no se llevan nada bien entre sí y causan terror en los vecinos con sus travesuras, pero las cosas cambian poco a poco. Cumple un importante papel el único policía montado de la isla, Arthur Coulter, un hombre serio y reflexivo. El núcleo de la historia está en que Barnaby sabe que su tío quiere matarlo, pero nadie le cree salvo Christie, que, una vez que se hace cargo del asunto, tiene clara la única opción que les queda: “tendremos que asesinarlo a él primero”.

Si leemos seriamente la novela le podríamos reprochar algunas cosas: son casi un cambio de género los párrafos en los que se presentan los pensamientos de un personaje que será decisivo: el viejo puma Una Oreja; no aportan mucho las cartas de amor del sargento Coulter, aunque sirvan para poner de manifiesto parte de sus pensamientos; el tío psicópata es un personaje que, para el lector, no resulta demasiado inquietante. Sin embargo, si leemos la historia sin demasiadas exigencias, vemos que son atractivos los retratos de los niños y del sargento Coulter, así como el de los de más vecinos, y quedaremos atrapados por la ligereza irónica con que se cuentan algunas cosas.

Por Luis Daniel González.