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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

Matemos al tío

En Impedimenta lo han vuelto a hacer. Una vez más, los responsables de la editorial madrileña han escogido una magnífica novela inédita en castellano para ofrecérnosla con la extraordinaria calidad de la cual hacen siempre gala sus libros.

Tras descubrirnos el trabajo de grandes autores como David Nobbs o Stella Gibbons (entre muchos otros), ahora le toca el turno a Rohan O’Grady. La autora canadiense (cuyo verdadero nombre era June Skinner) sólo llegó a publicar cinco novelas, y entre ellas destaca sobre todo Matemos al tío. Tanto es así que el libro tuvo una versión cinematográfica firmada por William Castle y estrenada en 1966. Considerada una obra de culto, los lectores españoles tenemos ahora la oportunidad de disfrutarla en una edición que luce la mítica ilustración de cubierta realizada por el gran Edward Gorey.

Verano en la isla

Barnaby Gaunt y Christie MacNab, dos niños de diez años, llegan a una pequeña isla canadiense a pasar el verano. Si bien al principio no se soportan, el hecho de que sean los únicos menores en un lugar habitado casi por completo por ancianos (consecuencia del fallecimiento de la mayoría de los varones jóvenes durante la Segunda Guerra Mundial) acabará consiguiendo que surja entre ambos un fuerte vínculo. Un lazo que se estrechará aún más cuando ambos sean cómplices en la planificación de un crimen necesario.

Porque, si Barnaby quiere seguir con vida, su tío debe morir. Tras el fallecimiento de los padres del muchacho y de su tía, el joven Gaunt es lo único que se interpone entre el Comandante Murchison-Gaunt y una suculenta herencia de veinte millones de dólares. Barnaby sabe que su vida pende de un hilo y, cuando le cuenta a Christie la angustiosa situación en la cual se encuentra, la niña lo tiene muy claro: hay que matar a su tío y, a ser posible, ambos deben quedar impunes tras el asesinato.

Así, durante el caluroso verano, ambos niños planearán el “crimen perfecto” conscientes de que, para llevarlo a buen término, deberán esquivar al siempre vigilante Sargento Coulter (miembro de la Policía Montada), hacerse con un arma, encontrar un chivo expiatorio y, sobre todo, ser más astutos que el diabólico y peligroso tío de Barnaby. ¿Una misión imposible?

Grandes personajes

Si el valor de una novela ha de medirse por el interés que despiertan sus protagonistas, Matemos al tío es sin duda una obra maestra. El huérfano Barnaby y su amiga Christie (cuyo padre es un alcohólico al que apenas ve) empiezan siendo unos mocosos insoportables para transformarse, una vez les conocemos mejor, en dos niños valientes, serviciales e inteligentes, a cuyo enfrentamiento con el villano de la función asistimos dándoles nuestro más entusiasta apoyo.

Por su parte, el Sargento Coulter y el Comandante Murchison-Gaunt podrían representar el Bien y el Mal absolutos. Coulter ha de vivir con la carga de ser el único hombre de la isla que regresó con vida de la guerra (tras pasar varios años en un campo de prisioneros), y con el sufrimiento constante que le provoca amar a una mujer casada. Oficial íntegro y de fuertes convicciones morales, su carácter noble choca con la vileza del tío de Barnaby. Este es un personaje sádico y brutal, carente de conciencia y con una malsana atracción por las niñas. Admirador de la obra del Marqués de Sade, el Comandante es digno de ocupar un lugar de honor en cualquier lista de entes de ficción despreciables.

En cuanto a los secundarios, su presencia es abundante y todos ellos, por escasas que sean las líneas que se les dedican, permanecen en nuestra memoria gracias al talento con el cual se les retrata. Entre todos destacaremos a la señora Nielsen (cabrera encargada del cuidado de Christie), al matrimonio Brooks (tenderos que se ocupan de Barnaby), al pobre Desmond (el idiota del pueblo, con la inteligencia de un niño de cuatro años en el cuerpo de un adulto) y, sobre todo, a Una Oreja (un puma que casi pereció tras ser cazado por haber matado un niño, y al cual Barnaby y Christie convertirán en una suerte de reacia mascota).

Las virtudes de un cambio de aires

En Matemos al tío asistimos a la evolución de los niños protagonistas, y esa evolución se produce principalmente por el cambio que para ambos supone vivir unos meses en la isla, lejos de sus hogares. Christie pasa de ser una criatura estirada y tremendamente mezquina a la hora de comer a disfrutar con la comida que le prepara la señora Nielsen, algo que también redunda en un aspecto físico más saludable. En lo que a Barnaby respecta, el amor incondicional que le ofrecen los Brooks sirve para que olvide (al menos durante un tiempo) el maltrato psicológico al cual le somete su tío.

Tanto Barnaby como Christie superan un difícil periodo de transición, salpicado de auténticas barrabasadas, y encuentran su lugar en la isla cuando, para cumplir un castigo por sus travesuras, han de dedicarse a repartir el pan que hornea la señora Nielsen y, sobre todo, a despejar de maleza el descuidado cementerio local. Los niños asumirán sus tareas con entusiasmo, bajo la atenta mirada de sus cuidadores y del Sargento Coulter, quien se convertirá en un modelo de conducta (e incluso algo más, en el caso de Christie) para los dos jóvenes.

Un clásico imprescindible

Matemos al tío es, como prácticamente todas las obras que conforman el catálogo de Impedimenta, una novela de una gran calidad merecedora de un rincón privilegiado en cualquier biblioteca personal. Su carácter de obra de culto, a todas luces merecido, no debe implicar que el gran público se mantenga alejado de ella.

Se trata, en definitiva, de un libro excelente (magníficamente traducido por Raquel Vicedo) en el cual se nos narra una historia que combina magistralmente humor negro y horror. Algo que la convierte en una imprescindible novela gótica moderna la cual, desde El Mar de Tinta, recomendamos encarecidamente a todos los amantes de la buena literatura.

Por José Rafael Martínez Pina