cabecera 1080x140

Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

Aire de Rumanía

Yo ya he dejado de buscar calificativos más o menos académicos, más o menos literariamente correctos, para hablar de los libros de Mircea Cartarescu (Bucarest, Rumania, 1965). Como ya he dicho en algún sitio, el escritor rumano es una bestia literaria.

Nunca defrauda nuestras expectativas porque no es posible tener expectativas con un escritor de su calibre, ya que cada entrega parece distinta de la anterior, aunque en realidad su obra es como esas muñecas rusas, las matrioskas, que cuando la abres hay otra dentro, y otra dentro de la otra, y otra más aún, hasta ir creando un corpus literario que no tiene casi parangón en el actual panorama literario. Porque Cartarescu no escribe libros, sino que está componiendo una obra sólida y personalísima de una extrema calidad.

Ahora, en un nuevo trabajo de exquisita orfebrería editorial, Impedimenta nos presenta ‘El Levante’. Un libro concebido como un poema narrativo, también como una epopeya, como un texto épico, pero que en realidad no es ninguna de esas cosas o, por decirlo mejor, son esas cosas y muchas otras más. Es un texto bello, lírico, sinuoso, donde encontraremos aventuras en su más clásica tradición, un agudo sentido del humor y personajes inolvidables, de esos que siguen acompañándonos mucho después de haber cerrado el libro.

En una reciente entrevista, Cartarescu afirma que él no encuentra diferencias entre fantasía y realidad, por eso tal vez, a modo de soplo autobiográfico, el autor incluye algunos fragmentos de cómo y en qué circunstancias escribió la obra, cuando era un triste profesor de instituto en Bucarest y mecía con una mano a su hija recién nacida y con la otra avanzaba, contra viento y marea, en la escritura de ‘El Levante’, lo que me recuerda unos versos del chileno Roberto Bolaño: Bajo el puente, mientras llueve, una oportunidad de oro / para verme a mí mismo: / como una culebra en el Polo Norte, pero escribiendo, / escribiendo poesía en el país de los imbéciles, / escribiendo con mi hijo en las rodillas, / escribiendo hasta que cae la noche.

Por Ignacio Arrabal