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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

Insistencia de las cafeterías

Fernando San Basilio se adentra en la "estrafalaria" Corea del Sur con 'Crónicas de la era K-pop'.

Lo que hizo bien Ismael Grasa en ‘Días en China’, y mal Alberto Olmos en ‘Trenes hacia Tokio’, cuenta desde ahora con un tercer vértice coreano en el que un narrador español cuenta su relativo extrañamiento al sumergirse en el Extremo Oriente, aunque en este relato lo exótico retrocede de forma significativa e irreversible ante las ya trasnochadas consecuencias de la hipermanoseada globalización. De hecho, si esta sagaz novela es rabiosamente actual no es por que aborde el casi estrafalario asunto de las cafeterías-franquicia en Corea del Sur, con fotocopiados locales alienantes donde un capitalismo no sólo indisimulado sino exhibicionista estudia con desesperada codicia cómo arañar algunos wones más (con la obvia y ruidosa complacencia de los occidentalizadísimos jóvenes coreanos), sino principalmente por el tono incisivo pero escéptico, inteligente pero un tanto indiferente, curioso pero también algo apático, con el que se da cuenta de esa supuesta investigación de campo. En eso del humor crítico, en querer ser divertido pero ante todo para desenmascarar amenazas o constatar agresiones, Fernando San Basilio coincide con Mercedes Cebrián o Carlos Pardo, y en el fondo también con Elvira Navarro, Belén Gopegui o Marta Sanz.

Una parte de cada capítulo de estas ‘Crónicas de la era K-pop’ está narrada en primera persona y la otra en tercera, pero sus protagonistas (innominado el primero, Fernández el segundo, en lo que supone un guiño del autor a sí mismo) muestran dos versiones de un solo individuo, que, así, es a un tiempo perspicaz y despistado, brillante e ingenuo, intrépido y ocioso, lúcido y algo gris, aparte de bien informado sin ser nada cínico.

Todos, aunque inseguros o abiertamente torpes, tendemos ridículamente a decorarnos un poco al consignar nuestros pasos, de modo que se diría que quien cuenta sus entrevistas y pesquisas por los cafés es resuelto, avispado y decidido, mientras que el narrador omnisciente retrata a Fernández como más bien retraído, más pasivo que zen, aunque muestra personalidad y despliega recursos de pícaro al estirar su estancia pagada en Corea con justificaciones insólitas pero incontestables, como la necesidad de asistir al florecimiento de los cerezos o, semanas después, al Cumpleaños de Buda.

Esa doble dimensión de alguien errático que, al traducirse a texto, saca su lado mejor (ideal o directamente ficticio) es una idea magnífica y una aportación iluminadora sobre la “literatura del yo” que, sin embargo, es completamente secundaria en un libro que quiere proponer otros temas, más próximos a Wall Street que a Seúl, y donde cappuccinos y espressos son sólo la certera metonimia del consumismo irreflexivo y de una estupidez viral (y, lo que es peor, planeada, teledirigida) ante la que San Basilio consigue protestar sin cargar las tintas, de un modo que no es ni descafeinado ni con excesiva mala leche, con la necesaria ventaja añadida de que, a pesar del desengaño de base (esa ausencia de optimismo que es también generacional), no se permite perder nunca una simpática capacidad de sorpresa que, de nuevo paradójicamente, es a un tiempo distraída y vigilante, inconstante pero siempre en guardia.

Por Juan Marqués