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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

El airado mordaz

Hace ocho años, se publicaba en español por vez primera «La suerte de Jim», que tuvo un gran eco en 1953, ganando un importante premio y colocando a su joven autor como promesa de las letras británicas. Era la primera novela de Kingsley Amis, una crítica humorística de los sinsabores de la carrera académica; los críticos clasificaron al escritor londinense en el movimiento de los «Jóvenes Airados» o «Angry Young Men», por más que el máximo representante de esa supuesta tendencia narrativa, Allan Sillitoe, en su autobiografía «La vida sin armadura» (Impedimenta, 2014), no se reconociera en esa generación, indicando incluso que ningún otro colega se sentía perteneciente a ella y que era un invento periodístico.

Hace ocho años, se publicaba en español por vez primera «La suerte de Jim», que tuvo un gran eco en 1953, ganando un importante premio y colocando a su joven autor como promesa de las letras británicas. Era la primera novela de Kingsley Amis, una crítica humorística de los sinsabores de la carrera académica; los críticos clasificaron al escritor londinense en el movimiento de los «Jóvenes Airados» o «Angry Young Men», por más que el máximo representante de esa supuesta tendencia narrativa, Allan Sillitoe, en su autobiografía «La vida sin armadura» ta, 2014), no se reconociera en esa generación, indicando incluso que ningún otro colega se sentía perteneciente a ella y que era un invento periodístico.

Y en verdad Amis estuvo por encima de etiquetas; lo suyo, más que ácida crítica social a la Inglaterra pobre de los años cincuenta, era mordacidad desenfadada, reflejo de su vida licenciosa: alcoholizado tras una trayectoria exitosa como escritor, dos matrimonios rotos, un desencanto comunista y sendas cátedras en la universidad Swansea de Gales y en Cambridge. Su hijo, el igualmente exitoso Martin Amis, más circunspecto, dijo tras la publicación de su obra «Perro callejero»: «Mi tema siempre fue la masculinidad y lo que ello significa. Y trato de definir lo que considero que es una nueva forma de masculinidad». De hecho, se ha destacado la misoginia obvia o disfrazada de ironía en ambos Amis, enfrentados en vida y con una autobiografía de Martin, llamada «Experiencia», que sonó a reconciliación, e incluso homenaje, a su progenitor.

Ese concepto de masculinidad se percibe en estos «Cuentos completos» (traducidos con la ejemplaridad habitual de Raquel Vicedo), en los que destacan los dedicados al mundo militar y político, y a la ciencia ficción, a la que Amis fue tan aficionado. Son veinticuatro relatos publicados entre los años 1955 y 1993 y de los que dice el propio autor, en un epílogo, que guardan mucha afinidad con los rasgos que definen el género novelístico. Por eso, son historias de ritmo pausado con las que cabe irse familiarizando poco a poco, lo que les resta garra en primera instancia. Pero qué curiosas las historias sobre viajes al futuro –en uno, unos hombres construyen una máquina para saber a qué sabrá la bebida; no en vano, Amis publicó varios textos sobre su gran debilidad, hace poco editados bajo el título de «Sobrebeber»– o aquel otro en el que el padre de Elizabeth Barrett intenta que su hija no se case con el poeta Robert Browning. Sin embargo, en mi opinión el Kingsley Amis más interesante, aparte de sus historias alrededor del espionaje político, la que recrea el siglo XI o la que juguetea con Sherlock Holmes y Watson o el «Macbeth» de Shakespeare, está en «Toda la sangre que hay en mí», alrededor de una muerte; cuento, precisamente, en el que lo «angry», o la captación de la gente de a pie y sus frustraciones, se hace tan incisivo como sutil.

Por Toni Montesinos