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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

Clásico de las letras alemanas

La obra es de las primeras de uno de los grandes escritores germanos de la segunda mitad del siglo XX. En el relato del título se cuenta una historia ya mítica sobre el orden, el coraje y la cobardía.

El barco faro fue una de las primeras obras de Siegfried Lenz, el autor fallecido en 2014 a los 88 años al que desde siempre se ha agrupado junto a Heinrich Böll y Günter Grass en el podio de los principales escritores alemanes de la segunda posguerra mundial. Publicado en su país en 1960, el libro alcanzó pronto la categoría de clásico en su idioma pero no había circulado en castellano hasta la versión que ahora distribuye en nuestro país la editorial española Impedimenta.

Junto al cuento que da título al volumen -en verdad una nouvelle en toda la regla- la edición incluye otros nueve relatos de calidad y registros dispares. Lenz prueba en ellos desde la sátira ligera de una conspiración palaciega intrafamiliar («El hijo del dictador»); al humor misógino de un estadounidense harto de viajar por Europa para que su esposa y su hija se compren zapatos («El plato preferido de las hienas»); el virtuosismo para el suspenso que domina la incierta fuga en bote a Suecia de tres hombres a través del Báltico («Los humores del mar»), o la emoción contenida de «Accidente en Nochevieja», en el que una familia se dispone a recibir el año nuevo sabiendo que el hombre de la casa atraviesa una enfermedad acaso terminal.

Son historias construidas a la manera clásica, sin grandes innovaciones técnicas, que oscilan del realismo descarnado a la suave burla de ciertas instituciones o convenciones sociales. Lenz se revela en ellas apenas como un escritor correcto. Sin embargo, es en «El barco faro» donde su eficacia narrativa alcanza una categoría diferente, y el efecto de la primera lectura admite una más profunda interpretación alegórica.

El barco faro del título es un navío anclado en el mar Báltico en función antiminas que, nueve años después del final de la Segunda Guerra Mundial, debe cumplir con su última guardia antes de ser retirado del servicio. Comanda ese buque inmóvil el capitán Freytag, al frente de una tripulación a la que, para esa ocasión especial, decidió incorporar a su hijo adolescente.

Dos hechos alteran la previsible rutina final del barco estático. Primero, una amarga discusión en la que el joven reprocha al padre su presunta cobardía en un hecho de su pasado. Luego, el rescate y la subida al buque de tres náufragos muy particulares.

Los rescatados, el sinuoso Doctor Caspary y dos hermanos torpes y brutales, no tardan en revelarse como lo que son: tres delincuentes prófugos. Pronto se apoderan del buque y toman como rehenes a toda la tripulación. A partir de entonces, «El barco faro» se convierte en una perturbadora historia de suspenso y en un duelo de personalidades entre el capitán Freytag y Caspary. Dos símbolos que se oponen.

Freytag, acusado de cobarde por su propio hijo, es parco, reservado, y representa el orden, la tranquilidad, la prudencia en ese barco «viejo y maldito», «un barco que no era libre y no viajaba a otras costas». Caspary, gárrulo y manipulador, repudia el orden («el orden es el triunfo de los que carecen de imaginación», pontifica) y presiona al capitán para que les permita escapar en el mismo barco faro, que así «navegará por primera vez, hacia el horizonte, surcando al fin aguas desconocidas».

El dilema del capitán, un adversario por temperamento de esos seres que están «obsesionados con actuar a las primeras de cambio», es el de imaginar un medio de deshacerse de los intrusos sin ceder a los arranques de sus subordinados, quienes una y otra vez le reclaman una reacción rápida y violenta. Lenz, quien sirvió como marino en la Segunda Guerra y luego desertó a Dinamarca y fue prisionero de los británicos, dosifica con sabiduría la tensión y la desarrolla de manera gradual durante la pugna entre los dos hombres -y entre los miembros de la tripulación y los secuaces de Caspary- hasta la eclosión del desenlace.

Por el tema naval, por el trazado vívido de los personajes y por las oportunas descripciones del paisaje marino, «El barco faro» exhibe una obvia inspiración en los mejores relatos de Conrad, de Stevenson o incluso de Melville. Es una historia intensa, de esas que perduran en la memoria, y que no en vano alcanzó ya una dimensión mítica en su país de origen.

Por Jorge Martínez