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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

De los ambientes sosegados y sus inadmisibles sobresaltos

Con una prosa delicada y en la cual el agente hablante no se menciona a sí mismo como participante, Penelope Fitzgerald narra una serie de acontecimientos aparentemente triviales pero encantadores en demasía. Por momentos intercala sus textos haciendo uso de un gracioso estilo epistolar o del recurso dialógico, su escritura es amena, sobria y, en ella, los tiempos de la narración son adecuados y encajan afinadamente con el ritmo de la novela, de manera que los recuerdos de quienes actúan aparecen en momentos precisos y logran adherirse claramente al presente de la historia.

Corría el año de 1959, Florence Green examinaba si era sensato inaugurar una librería en aquel remoto pueblo al este de Inglaterra. Dicho lugar llevaba por nombre Hardborough y en él, la vida parecía no ser más que anodina y de ritmo sumamente pausado. No era difícil adivinar la economía precaria de aquel lugar, además, la mayoría de sus viviendas y establecimientos eran muy antiguos y se encontraban en un estado notorio de detrimento. Florence Green pretendía adueñarse de una de esas deterioradas propiedades para abrir allí su tienda de libros después de una serie de importantes restauraciones. No gratuitamente la casa llevaba por nombre «Old House» y, como su futura propietaria descubriría más tarde, la antigüedad no era el mayor de sus problemas: en aquella casa habitaba un viejo rapper o lo que otros llamarían Poltergeist.

La vida de la Señora Green no difería mucho de la de los demás habitantes de aquel pueblo, su temperamento era flemático y su apariencia algo más que pueril. Era pequeña, escuálida y, a la vista, insignificante, pasaba casi desapercibida y por tanto no se hablaba mucho de ella. No obstante, cuando corrió la voz de que prontamente inauguraría una librería, muchos, conmocionados, fijaron su atención en aquella mujer. Pocos la llamaron valiente y apoyaron su empresa, otros se atrevieron a afirmar que su proyecto era inverosímil y que una tienda de esa especie no prosperaría en aquel lugar.

A pesar de las numerosas advertencias, críticas y de la presencia de aquel inquieto espíritu, Florence inauguró su librería y adicionó a ella una pequeña biblioteca de la cual los habitantes de Hardborough y de los pueblos cercanos disfrutaron durante un corto tiempo. Con el paso de los días, la ayuda de la pequeña Christine Gipping y de las muchas copias de la controversial novela Lolita, su tienda alcanzó un inesperado reconocimiento y sus ganancias fueron positivamente inesperadas, pero las circunstancias y las personas afrentosas hicieron que su proyecto diera un giro indeseado.

Ahora bien, los personajes son, como la critica los llamaría, llanos pues son personas estables y no sufren cambios extraordinarios durante el transcurso de la historia. Sin embrago estos cuentan con atractivos temperamentos. Algunos son perspicaces, curiosos y a su manera graciosos, mientras otros son molestos e inoportunos, lo que hace que la interacción de todos ellos en aquel pueblo y alrededor de la librería recree una atmósfera verosímil y divertida.

De la misma manera, ese ambiente está cargado de peculiares escenarios que reúnen características paradójicas pues son al mismo tiempo hostiles, apacibles y más que propicios para que una historia como esta se despliegue exitosamente. En resumen, es gracias a su fino estilo y a las sugestivas relaciones que se crean entre los actores y los escenarios que la aparente trivialidad de la historia se convierte en una lectura deleitable.

Por Laura Arango Eusse.