No voy a caer en la legítima facilidad de referirme a la vida de Bruckner que pertenece a una familia tradicional y que se educó con los jesuitas, por lo que no es de extrañar que sea anticlerical. Me voy a centrar en la novela.
Es sabido lo importante que son las primeras frases de un texto: «Elevo una petición a Dios Nuestro Creador Todopoderoso. (…) Le suplico que provoque la muerte de mi padre, si es posible en accidente de coche. Un freno que falla en una cuesta, una placa de hielo, un árbol, lo que Le parezca mejor».
¿Tanto odio puede encerrar el corazón de un niños de diez años?…
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Por Antonio Garrido.