Cuando yo era pequeña, mi madre solía leernos el volumen de poesías y canciones de El mundo de los niños, una especie de enciclopedia infantil publicada por Salvat. Hace tiempo que conseguí escamotear ese libro a mis hermanos, sin que se hayan enterado hasta ahora. Entre poemas de Lope de Vega, Quevedo, Federico García Lorca, Nicolás Guillén, Rafael Alberti y María Elena Walsh, campan canciones y refranes populares, así como textos que a la biempensante sociedad actual podrían resultarle chocantes como lectura para niños. Algunos, por supuesto, reflejan los prejuicios y los roles del momento.
Pues bien, al tener en mis manos el Pedro Melenas y compañía publicado por Impedimenta —“Historias muy divertidas y estampas aún más graciosas”, proclama la cubierta— no he podido por menos que acordarme de aquellos ratos de lectura con mi madre. El doctor Heinrich Hoffmann escribió y dibujó su Pedro Melenas en 1844, acuciado por el deseo de regalar un bonito álbum ilustrado a su hijo de tres años y medio, “ese pequeño ciudadano del mundo”. Leído ciento setenta y un años después, Pedro Melenas no deja de ser un libro curioso: su afán didáctico (Hoffmann pretendía elaborar un “manual de buenas maneras”) se ve matizado por una evidente crueldad y un humor que hoy consideraríamos adulto. Hay temas para todos los gustos: la obediencia, el respeto a los padres y a los animales, la higiene… Los protagonistas salen escaldados, quemados, semiahogados, sin pulgares e incluso muertos: he ahí la consecuencia de sus poco ejemplares actos.
Quizá la desproporción de estos efectos rebaje su brutalidad. Sea como sea, Hoffmann continuó escribiendo libros para niños y Pedro Melenas se convirtió en un clásico de la literatura (en 1892 ya conocía ciento setenta y cinco ediciones en alemán y cuarenta en inglés). ¿Y qué ocurre con los clásicos? Que provocan y sugieren continuaciones.
Si se compran el libro para uso y disfrute personal, no tengo nada más que añadir. Si piensan leérselo a un tierno infante, tengan en cuenta las valoraciones y consejos que Gustavo Puerta Leisse, de la prestigiosa Escuela Peripatética de Literatura Infantil, vierte en el prólogo del álbum. Ustedes verán lo que hacen.
Adriana Bilbao