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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

En la naturaleza

De cazador a protector de lobos. Ese es el camino recorrido por el protagonista de esta historia.

William Grill, nacido en 1990, es un ilustrador británico al que ya conocemos por su anterior obra, también publicada por Impedimenta en 2014: El viaje de Shackleton, reconocida por la crítica y el público y traducida a 14 idiomas. Además de autor de libros, es docente e ilustrador para prensa y publicidad. Dentro de la ecléctica y cuidadosamente elegida colección El Chico Amarillo y editado con su habitual mimo y elegancia, nos llega su siguiente trabajo, Los lobos de Currumpaw.

Esta obra se basa en la huella que le dejó a Grill la lectura casual hace años del relato corto Lobo: el Rey de Currumpaw. Esta historia real pertenece al libro Animales salvajes que he conocido (1898), de Ernest Thompson Seton, descrito como “venerado cazador de lobos, experto naturalista y artista consumado” (un personaje cuya historia, por cierto, también inspiró una de las obras del recientemente fallecido Jiro Taniguchi). Cuando Grill decidió ilustrar el relato, viajó a las localizaciones originales en las que transcurre el relato de hace 200 años, a respirar y dibujar el paisaje y a los propios lobos. Con similitudes temáticas con su trabajo anterior, como son el protagonismo de la naturaleza por encima del hombre, siempre empequeñecido ante ella o las consecuencias inesperadas de los planes frustrados, el libro también guarda un gran parentesco gráfico.

La historia arranca en Currumpaw, en Nuevo México, a finales del siglo XIX. Una manada de lobos siembra el terror y diezma el ganado. A pesar de la presencias de expertos cazadores, el terror no cesa. Finalmente acudirá Seton, legendario naturalista y cazador para intentar encontrar una solución definitiva. Lo que parecía ser el final de la historia, será inesperadamente, en realidad, el comienzo de otra, relacionada con la preservación y conservación de la naturaleza, que llega hasta nuestros días. Esta obra, al igual que la anterior, se caracteriza por ir estirando y explorando los limites de la narración gráfica, en los que alterna grandes dobles páginas a sangre con páginas de múltiples viñetas sin bordes. Aunque podría asumirse como libro ilustrado, los textos y los dibujos se complementan sinérgicamente, haciendo que la narración avance firme y
sosegada. La verosimilitud de las imágenes trasluce el exhaustivo trabajo de búsqueda de fuentes y documentación enriqueciendo el cuadro general.

La técnica elegida, lápices de colores de paleta limitada y sobre papel de gran gramaje, confiere una textura muy evocadora a la narración, a medio camino entre la leyenda y el cuento infantil. Como él mismo ha manifestado, es la técnica con la que más a gusto se encuentra y es casi la misma que emplea en sus cuadernos de apuntes y bocetos, con los que viaja siempre y en los que practica a diario. El resultado es una narración cálida, engañosamente sencilla y clara.

APRENDER

Al acabar este bello libro habremos disfrutado de una lectura que alterna el demorarse y disfrutar de serenas y evocadoras panorámicas con el desarrollo de la historia en base a una milimetrada información. Habremos aprendido algo más de nosotros en relación a la naturaleza y con suerte hasta querremos cuidarla más. No es poco para unos humildes lápices de colores.

IÑAKI GUTIÉRREZ