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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

Tu cuñado, ese que dice que escribe

Tanto Jon Bilbao como Óscar Esquivias están levantado una obra que podrá ser leída con respeto dentro de cien años.

Marta Rivera de la Cruz, novelista y -por si fuera poco sufrir- diputada de Ciudadanos, discutía con alguien en Twitter al hilo de los derechos de los escritores. El señor que la interpelaba acabó formulándole esta pregunta: ¿hay ahora menos escritores en España debido a la crisis? Marta Rivera de la Cruz no contestó. No podía.

No existe un censo de escritores; tampoco, un carnet de escritor. Aunque corre la leyenda de que existen los escritores, lo cierto es que nadie se ha molestado en identificarlos exhaustivamente. Eso es lo bonito de ser escritor, que lo eres sobre todo hacia adentro.

Sin embargo, el interior del personal es muy fantasioso, y si en el chiste un loco se cree Napoleón, en la realidad literaria española un montón de fulanos se creen escritores. La mayor aportación a la literatura nacional que ha hecho la generación nacida en los años 80 es, justamente, propiciar que uno también es escritor sin haber publicado nada; en algunos casos, puedes considerarte escritor sin haber escrito siquiera.
Ser escritor y escribir

Se lo oí a Rafael Reig hace muchos años: “No es lo mismo querer escribir que querer ser escritor”. Ser escritor se corresponde con un prurito nobiliario, algo como pisar México y que te llamen Licenciado Olmos sólo porque aguantaste más que otros en la universidad. No te ha costado nada y te engolosina: Licenciado Olmos.

Escribir, sin embargo, es un afán proletario, la abnegación de cada día, picar piedra sin salario ni seguridad alguna de que lograrás acabar tu libro. ¿Quién querría escribir pudiendo ser escritor?

Y así sucede que éste se denomina escritor habiendo publicado cuarenta folios en una editorial regional; aquél, habiendo escrito sólo un prólogo; ésta, con un escuálido libro de cuentos autoeditado; aquélla, con varios archivos incompletos en un ordenador que hace tiempo que no abre.

Cuanto menos escritor es uno, más lo dice, y así vemos antologías de cuentos donde los autores más conocidos resumen su vida literaria en cuatro líneas y los que apenas acaban de empezar exhiben biografías de folio y medio. Ganaron un concurso de cuentos en EGB, consignan.
¿Quién es escritor?

Enrique Vila-Matas afirmó una vez que alguien que no se sentaba para escribir una obra maestra “no podía considerarse exactamente un escritor”. Visto así, ni Almudena Grandes ni Juan Gómez Jurado serían “exactamente” escritores.

Yo siempre he dicho que uno no es escritor hasta que no publica del mismo modo que uno no es padre hasta que no tiene un hijo, por mucho que la criatura esté en camino. Pero ¿publicar dónde? No es lo mismo publicar en Anagrama que publicar en un sello de Huesca, ver tus libros en la FNAC que no verlos ni en casa de tu madre; ser traducido a veinte idiomas y tener miles de lectores que quedarte en la casilla de salida.

En España se publicaron en todo 2015 algo más de 11.000 libros de “ficción y temas afines”. Varios miles de ellos debieron de aparecer firmados por españoles. ¿Hay en España 3.000 o 4.000 escritores… cada año? ¿Se siente todavía escritor el que sólo publicó un libro -que nadie leyó- hace una década? ¿Si uno deja de escribir, deja de ser escritor? ¿Realmente alguien se cree que todas esas presentadoras de televisión escriben sus propios libros?
Bilbao y Esquivias

Sería fácil tomar a Javier Marías o a Philip Roth como modelo de lo que sí es un escritor. Yo prefiero indagar en la pureza de la vocación y el oficio de autores menos glamurosos.

Pensemos en Jon Bilbao y en Óscar Esquivias. Me agradaría que en los comentarios me dijeran cuántos de ustedes los han leído.

El hecho de que ni Jon Bilbao ni Óscar Esquivias sean Premio Nacional de Narrativa determina muy bien la irrelevancia, sobre todo, del premio Nacional de Narrativa. Cuando aparecen sus libros, en sellos como Salto de Página, Ediciones del Viento o Impedimenta, Bilbao y Esquivias son entrevistados por menos medios que cualquier finalista de un premio amañado; son también reseñados por menos gente de la que se ocupa de reseñar al ganador de ese premio amañado; no encontrarás sus libros en ningún escaparate ni en una enorme pila dentro de la librería; no verás a nadie leyéndolos en el Metro. Cualquiera diría que son unos fracasados.

Pues son el éxito. Tanto Jon Bilbao como Óscar Esquivias están levantado una obra que podrá ser leída con respeto dentro de cien años, cuando todas esas obras que hoy ocupan librerías y papelajos estén siendo destruidas por sus herederos para limpiar el buen nombre de sus familias.

Jon Bilbao acaba de publicar Estrómboli (Impedimenta), un libro de relatos largos cuya primera mitad es absolutamente magistral. Óscar Esquivias también presenta este año nuevo libro: ‘Andarás perdido por el mundo’ (Ediciones del Viento), donde indaga, con la prosa castellana más impecable de nuestros días, en ese cortocircuito que puede producirse entre la religión y la sexualidad, con música clásica de fondo.

Jon Bilbao y Óscar Esquivias no son tu cuñado, ése que dice que escribe; tampoco son oportunistas ni agiotistas literarios, ni presentadoras de televisión. Son escritores de verdad porque llevan años escribiendo y seguirán haciéndolo aunque tú no sepas nunca quiénes son, aunque un ministro cerril no les otorgue nunca el premio Nacional, aunque no les reseñen ni en Babelia ni en El Cultural ni en el blog del tonto de moda.

Aunque la literatura misma desaparezca de la faz de la Tierra.

Alberto Olmos