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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

Un vermut con Isabel Coixet

La cineasta habla de su nueva película «The bookshop» con un grupo de seguidores.

La leyenda negra de Barcelona cuenta que Carmen Broto, una prostituta que se codeaba con la élite franquista, acostumbraba a tomar un refrigerio en Café Adonis de la calle de Bailén antes de ser asesinada en el 1949. Su fotografía, a medio camino entre Rita Hayworth y Lana Turner, preside la barra de este cinematográfico café de halo neoyorkino donde el pasado fin de semana la cineasta Isabel Coixet era la protagonista. Aperitivos Cinzano con…”, una iniciativa abierta al público que invita a tomar el aperitivo en bares de copas populares de Barcelona y Madrid, reunía a la realizadora con un público deseoso de escucharla.

“Me identifico mucho con la protagonista de la nueva película que he rodado”, explicaba Coixet en referencia a The bookshop, una cinta basada en la novela homónima de Penélope Fitzgerald y ambientada en los años 50 que narra la historia de una mujer que pretende abrir una librería en un pequeño pueblo de Inglaterra, enfrentándose a la implacable oposición de sus vecinos. “Florence, la protagonista, es solo una mujer que quiere ver cumplido su pequeño sueño”, explicaba la directora, algo turbada por la expectación. «Yo también me he sentido alguna vez sola contra el mundo”, reconoció.

CÓMO SE PONE LA LAVADORA

A Coixet le encantan los vermuts que se alargan así que, superada la timidez inicial, hasta provocó carcajadas entre el público del Adonis cuando contó algunas anécdotas. “Estaba rodando La vida secreta de las palabras en una plataforma petrolífera en medio del mar, con una tormenta acojonante, y me llama mi pareja preguntándome cómo se pone la lavadora. Por eso hay pocas mujeres directoras de cine”.

Coixet, que de adolescente adoraba las revoluciones del siglo XIX, propone en sus películas una revolución intimista, la de los acontecimientos cotidianos que se salen de la norma. “Me regalaron mi primera cámara cuando hice la comunión. Mis padres querían que filmase los típicos momentos familiares, pero en vez de eso filmé mi vestido de comunión manchado de Coca-Cola”, recordó. Y uso su cámara para grabar un sinfín de manchas y sombras. Le encantaban «porque eran imperfectas».