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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

«Los tres Cristos de Ypsilanti» de Milton Rokeach

La editorial Impedimenta publica esta obra de culto que narra un singular experimento psiquiátrico de terapia de grupo en el que tres hombres que creían ser Jesucristo participaron durante veinticinco meses.

Milton Rokeach no es un escritor de ficción pero este libro se disfruta como si fuera una buena novela. En julio de 1959, en el hospital estatal Ypsilanti de Michigan, este reconocido psicólogo social se atrevió a reunir en una terapia de grupo a tres esquizofrénicos paranoides que afirmaban ser Jesucristo. Un escritor fracasado con tendencias violentas, un granjero alcohólico con un traumático pasado y un universitario que abandonó los estudios para alistarse en el ejército se vieron así obligados a confrontarse a la contradicción última –es tremendamente improbable que alguno de ellos sea Jesucristo, pero es imposible que los tres a la vez lo sean– en una serie de sesiones transcritas minuciosamente por su terapeuta y que darían lugar a este pieza de culto de la literatura psiquiátrica.

Partiendo de una estimulante premisa que no se le habría ocurrido ni al Ken Kesey más pasado de ácido, Rokeach consiguió firmar un brillante ejercicio literario que es al tiempo un documento de primer orden sobre las enfermedades mentales y un estimulante delirio que nos obliga a reflexionar sobre la formación de la identidad humana. El azar quiso que, por motivos académicos que no vienen al caso, combinara durante algún tiempo la lectura de este libro con el estudio de diversos textos de John R. Searle sobre la investigación filosófica y neurobiológica de la conciencia. Lo que llamamos conciencia es, por decirlo de algún modo, una emanación del cerebro que sirve para interpretar la realidad y configurar la experiencia humana. Como el resto de seres humanos, los tres pacientes tienen también su propia conciencia de la realidad, solo que en este caso está dramáticamente alterada hasta alcanzar proporciones de trágica caricatura.

Encerrados en el receptáculo de su propia mente, los tres pacientes discuten sobre lo humano evitando siempre que pueden las tentaciones de hablar de lo divino. Los primeros altercados (amenazas pueriles, insultos y obscenidades) surgen justamente por lo que cada uno de ellos considera una usurpación de identidad, pero poco a poco encuentran puntos de contacto para establecer el diálogo. Rokeach por su parte oscila ante nuestros ojos entre el terapeuta entregado que trata de ayudar a sus pacientes y el mad doctor que experimenta más allá de los límites de lo razonable. De hecho, el propio psicólogo se encarga de despejar cualquier duda sobre su verdadero papel en el sabroso epílogo final, cuando confiesa que casi lamenta haber escrito el libro porque, mientras lo hacía, no supo darse cuenta de que “en realidad, era un enfrentamiento a cuatro bandas, y no a tres”.

Pero sería una lástima que el rigor científico hubiera frenado al autor de esta estimulante crónica (casi) negra que convoca una amplia panoplia se sensaciones y sentimientos, que van desde la desolación al humor. Las intrigas, los sentimientos conspiranoicos, las ideas delirantes y los cambios de personalidad se suceden sin tregua en este sorprendente viaje a los infiernos de la locura que se lee como un apasionante testimonio sobre el fracaso del proyecto humano.