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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

La librería, de Penelope Fitzgerald (1978)

En los próximos meses podremos ver una adaptación de esta novela en la gran pantalla de la mano de Isabel Coixet.

Florence Green vive en un pequeño pueblo costero de Suffolk y un buen día tiene la descabellada idea de abrir una librería. Como enclave de tan disparatada idea, escoge Old House, una casa llena de humedades y en la que para colmo habita un fantasma. Pero ha tomado la firme determinación de acercar la literatura a este recóndito lugar. Tras una serie de trámites y con un poco de ayuda, pondrá en marcha su pequeño negocio.

Sin embargo, Florence va a encontrarse con una comunidad cerrada y claustrofóbica en la que las novedades no son bien recibidas. Y como toque de gracia, su elección de Old House levantará ampollas en la reina de la aristocracia local, Violet Gamart. Al parecer, a pesar de que la vivienda llevaba vacía desde hacía algunos años, Violet tenía en mente abrir un centro de arte justo en ese edificio, y los planes de Florence trastocan por completo los suyos.

Esta ha sido la segunda vez que me he enfrentado a La librería, y desde luego ha sido una lectura muy diferente. Quizá por mi falta de atención en la primera lectura en aquel momento terminé el libro completamente decepcionada. Sin embargo en esta ocasión he captado una gran cantidad de matices que no percibí en la primera lectura.

Mientras que en la primera ocasión Florence Green me pareció un personaje sin fuerza ni coraje, ahora he podido ver lo valiente que fue en su decisión de abrir una librería en un lugar que obviamente no estaba preparado intelectualmente para dicho menester. No por falta de cultura, sino de formación respecto a lo que una librería puede llegar a aportar a una comunidad. Una de las actividades que le demandarán rápidamente a Florence será la falta de una biblioteca en la localidad, y aunque vaya completamente contra los intereses de un negocio de estas características, ella les proporcionará una. A pesar incluso de que dicha biblioteca genere aún más conflictos entre sus vecinos.

Nada en la librería de Florence es normal, empezando por su ayudante Christine de 10 años hasta las compras que realiza de cara a futuras ventas. Quizá el momento más controvertido de la librería será cuando Florence adquiera más de 200 ejemplares de Lolita de Nabokov y reciba quejas por motivos tan absurdos como que los visitantes y fisgones ocupan toda la calzada de la calle.

A pesar de que no nos encontramos con la típica novela de humor inglés, sí que está plagada de pinceladas humorísticas que buscan la complicidad con el lector. El estilo de Fitzgerald es sencillo, sin grandes artificios y sin una prosa espectacular, pero que aún así cumple su propósito: construir una historia reflejo de la época en la que transcurre; un relato sobre las pequeñas comunidades rurales y su cerrada estructura tras el fin de la II Guerra Mundial. La elección de una protagonista viuda y sin hijos tampoco es fortuita. De ese modo, Florence es por completo dueña de su vida y sus decisiones, algo que con una familia a su cargo sería impensable.

En La librería, Fitzgerald trata de poner sobre la mesa uno de los temas que abundarán en sus obras: la realidad de que con buenas intenciones no suele llegarse demasiado lejos. Estamos ante una autora defensora de la bondad de corazón y de las acciones llevadas a cabo con propósitos honrados. Sin embargo no aborda esta cuestión con ingenuidad. Como contrapunto introduce personajes mezquinos que pondrán aún más de relieve la calidad humana de sus antagónicos, héroes a pequeña escala con firmes valores morales que no renunciarán a sus ideales tan fácilmente.

Penelope Fitzgerald fue una escritora tardía. A pesar de haber nacido en 1916 no fue hasta 1975 cuando publicó su primer libro. Y su primera novela en 1977. Su etapa como novelista está marcada claramente por dos tipos de libros: aquellos en los que aparecen vivencias de su propia vida y aquellas en las que decide hacer viajar al lector a otras épocas y otros lugares. La librería pertenece a las primeras, basándose para ella en su época como empleada en una librería. En los años 50 trabajó en Sole Bay Bookshop a media jornada, lo que fue una gran ayuda económica para ella en aquel momento. En aquella librería descubrió lo difícil que podía ser vender libros en la rural Suffolk, pero atesoró preciosos recuerdos como aquellas tardes de lluvia en las que los vecinos se refugiaban de la lluvia allí para charlar, a pesar de que en la mayoría de las ocasiones no se llevasen ninguna adquisición.

En los próximos meses podremos ver una adaptación de esta novela en la gran pantalla de la mano de Isabel Coixet. Creo que puede ser una buena adaptación dado el interés de Coixet por las historias cotidianas en las que los personajes son más importantes que la propia narración. Veremos.