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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

Detectives ingleses

«Tener un buen listado de novela inglesa de detectives es posible: se la dará su librero.»

¿Qué es lo que hace a una novela de detectives una buena novela de detectives? ¿Se puede hacer un listado? Parece que, si uno alberga dudas sobre este particular, lo mejor es que le pregunte a un inglés. Y no solo porque fueron los ingleses los que «crearon» este género (con La piedra lunar, de Wilkie Collins, considerada la primera novela de detectives de la historia), o porque el más famoso detective de todos los tiempos, Sherlock Holmes, sea un caballero inglés por los cuatro costados, sino sobre todo porque si uno se imagina a un verdadero sabueso que ha nacido para resolver (a su pesar, naturalmente) crímenes a puerta cerrada, difícil es que no lo situemos bajo el smog londinense, o trotando por las campiñas inglesas, saltando de vicaría en vicaría, o recorriendo incansable los pasillos de un college en Oxford.

Para socorrernos, contaremos con el criterio del reverendo Ronald Knox, que además de clérigo era escritor de novelas policíacas, y un verdadero experto en la materia, quien, en 1930, publicó un decálogo sobre las reglas del género, en pleno auge de la llamada «Edad de Oro de las novelas de crímenes inglesas». Entre otras cosas, para Knox, en toda buena novela de deteáives, el criminal debe ser alguien mencionado en las primeras páginas, pero cuyos pensamientos íntimos se nos hurten en gran medida; el sabueso jamás podrá presentar pistas que el lector no tenga él mismo delante de sus propias narices; y en cuanto al inevitable amigo ligeramente estúpido del detective (el ‘Watson» que no puede faltar en cualquier buena historia de crímenes) debe poseer una inteligencia justita, solo comparable a la del propio lector; y, claro está, el propio detective no puede ser también el asesino. Además, apunta que, en ninguna buena novela de crímenes puede aparecer un personaje chino.

Muchos son los ejemplos de buenas novelas inglesas clásicas que uno puede encontrar en estos momentos en las librerías. Podemos decir, de hecho, que vivimos una Nueva Edad de Oro Detectivesca, en lo que a novedades policíacas se refiere. Novelas en las que nunca faltará una buena mansión señorial con una viuda, un coronel retirado y un mayordomo, un cottage transformado en pub rural y un sabueso dispuesto a desenterrar todos los cadáveres o remover todas las tumbas que haga falta con tal de resolver el misterio.

Inevitable hablar, en este sentido, de dos grandes «damas del crimen»: Agatha Christie, la madre de Hércules Poirot y Miss Marple, o de Dorothy L. Sayers, creadora de Lord Peter Wimsey, perfecta mezcla de Fred Astaire y Bertie Wooster, si no fuera porque las «grandes damas» son cuatro en realidad, pues debemos añadir a la lista a Ngaio Marsh, a cuya pluma debemos el caballeresco inspector de la policía metropolitana Roderick Alleyn, y sobre todo a la gran Margery Allingham y sus novelas protagonizadas por el aristocrático aventurero Albert Campion, supuesto
descendiente en línea directa de la realeza británica y aficionado a la buena vida en la costa azul. Su última novela publicada en España es la soberbia El signo del miedo, editada el pasado otoño en Impedimenta. Una novela que se añade en este catálogo, en el que la presencia de lo policíaco es notable, a las aventuras de otro insigne y excéntrico detective, el sarcástico Gervase Fen, profesor de Oxford y detective aficionado creado por Edmund Crispin, del que se han editado ya seis títulos en nuestro país, desde las divertidísimas La juguetería errante (un título que se ha convertido en uno de los más exitosos de la editorial. con cerca de 10.000 ejemplares vendidos) o Trabajos de amor ensangrentados, a la última, Asesinato en la catedral, que va ya por la tercera edición.

Así que la respuesta a si es posible hacer un buen listado de buena literatura inglesa de detectives, la respuesta es evidente: se lo dará su librero.

ENRIQUE REDEL