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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

Spain is Pain #293: Sin palabras

Berrio diseña un espacio único.

Juan Berrio pasa por ser un anatomista del gesto social, algo que ha demostrado sobradamente en obras como Miércoles, Cuaderno de frases encontradas o Kiosco. En gran parte delimita los espacios de la narrativa que desarrollo en torno a la pragmática del lenguaje no verbal y la proxémica entre los personajes que protagonizan sus historias. El peso de dicha relación entre personajes recae en como el autor hace “interpretar” a los personajes-actores de manera corporal y gestual. Dándole a la palabra el peso necesario y alejándose del gesto caricaturizado estereotipo de la narrativa gráfica.

Te quiero gira en torno a estos valores narrativos. Berrio diseña un espacio único, una habitación que hace las veces de oficina de trabajo casera, en la que se va a desarrollar “casi” toda la acción del relato. En esta el protagonista, un hombre muy enamorado, gesticula y fantasea sobre las mil y una formas de declararle el amor a su pareja. Para ello echa mano de todos los artilugios que tiene a su alcance como un elemento de creación interna; y de ese trabajo corporal que debe realizar para hacer plausible la relación entre el personaje que está presente, el espacio en el cual se desarrolla la acción y la pareja del primero que está por venir. Esa triple relación se conjuga con el tiempo, completamente indeterminado, este transcurre como un hiato que los lectores podemos presuponer como infinito o una ensoñación del protagonista.

El volumen se resuelve con una página desplegable en sentido narrativo en el cual se nos ofrece la llegada de la pareja. A medida que se va desplegando, vemos la evolución de esta por el apartamento, hablando y caminando de manera apresurada, sin dejar a hablar al chico en cuestión. Juan Berrio nos ofrece otro ejemplo de su capacidad como narrador de lo cotidiano, ejemplificando que para que todo parezca sencillo todo tiene que estar planificado al milímetro. Solo le hace falta un espacio, un personaje y la complicidad del lector como punto de partida para la creación de un relato mínimo pero brillante.

MIGUEL A. PÉREZ-GÓMEZ