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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

Un cernícalo para un rapaz

CAROLINA EXTREMERA | Kes (A Kestrel for a Knave) es una institución en el Reino Unido. Aparece en los libros de texto, es obligatorio para los adolescentes en muchos colegios y se examinan sobre él cientos de jóvenes cada año. Hellen MacDonald, la autora de H de Halcón (Ático de los Libros, 2015), lo menciona entre los seis libros que la hicieron quién es. Ken Loach rodó una película (Kes, 1969) con la colaboración del propio autor en el guión y fue una obra muy reconocida. Nos cuenta un día en la vida de un muchacho que está a punto de terminar la escuela que, a pesar de ser un completo fracaso académico, ha aprendido mediante libros de cetrería a entrenar un halcón. A través de su comunión con el ave, el joven tiene acceso a la belleza de la naturaleza y puede atisbar otra vida más libre, más salvaje, donde puede volar. Aunque es una obra mítica en su país, no se había editado en español hasta ahora, casi cincuenta años después de su aparición en inglés.

Se trata del referente de la infancia de toda una nación, una historia casi arquetípica de la clase obrera inglesa de finales de los sesenta que lo tiene todo: un joven descarriado, una infancia dura, un villano, un profesor inspirador y, sobre todo, un cernícalo, Kes, el pájaro que ilumina el mundo del protagonista. Es una historia tan clásica que el propio Barry Hines dice de sus libros que “son muy convencionales en cuanto a forma, tienen un comienzo, un nudo y una especie de final –principalmente en ese orden– con el flash back ocasional metido”. Ciertamente, la novela encaja en ese esquema, pero el escritor fue demasiado humilde –o tenía ganas de reírse un poco del público– al pronunciar esta frase, porque en Kes hay mucho más que una historia icónica con formato convencional.

A nivel estilístico, el vocabulario que usa Hines es exquisito, los nombres de árboles, de aves, los términos de cetrería. Sus descripiciones son evocadoras sin ser recargardas. “El cielo era una aguada gris; gris pálido sobre los prados detrás de los suburbios y oscureciéndose progresivamente en las zonas más altas, hasta alcanzar el color del carbón sobre la ciudad”. Así se esbozan las afueras de la ciudad minera donde vive Billy Casper, el protagonista. Solo estamos en la página quince y ya sabemos que con estas palabras también recibimos un retrato de lo que es su vida un día tras otro. Solo en la página quince, repito, y ya tenemos información sobre su falta de perspectivas, la desidia que le rodea, la pobreza de su familia desestructurada y cómo no, sobre el asqueroso clima de Inglaterra. Unos cuantos párrafos de descripciones, de hechos aparentemente cotidianos y sencillos, ni una reflexión, ninguna sentencia. Ninguna irrupción por parte del narrador y, sin embargo, ahí está, ya lo sabemos casi todo sobre Billy.

El libro se construye a base de contrastes, entre la belleza del cernícalo y la fealdad que lo rodea, entre momentos luminosos y eufóricos –como la clase sobre la diferencia entre la ficción y los hechos o los vuelos del pájaro– y otros momentos tan oscuros e injustos que a veces uno se pondría a destrozar objetos. La belleza de las últimas diez páginas, que a su vez son las más difíciles de leer tanto estilística como anímicamente, merece sin duda una oportunidad. Es una novela dura, reflejo de una realidad social muy concreta –tal vez por eso abunden en ella los referentes a jaulas de muy distintos tipos– que no cae en el melodrama barato.

Una advertencia, eso sí, para el lector. Esta novela aparece en The Telegraph como la número uno en la lista de las diez novelas más traumáticas para adolescentes. La número dos es El señor de las moscas y la siete Los juegos del hambre. ¿Es eso cierto? Tal vez colocarlo en el número uno sea una exageración, pero sí es traumático, sobre todo si lo lees de niño o de adolescente.Tal vez precisamente por eso sea muy aconsejable para jóvenes, porque puede ser una experiencia que los marque. Por supuesto, tendrán que leer el libro para averiguar por qué encabeza esa lista. Decirles la razón sería estropearles la experiencia.