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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

Mejor tarde que nunca

Uno intenta llenar sus lagunas culturales como buenamente puede. De vez en cuando, en las librerías, me llevo a casa algún ejemplar de un autor al que pienso que debería haber hecho tiempo ha en vez de ceder siempre a la pereza que me daba intentarlo. C…

Uno intenta llenar sus lagunas culturales como buenamente puede. De vez en cuando, en las librerías, me llevo a casa algún ejemplar de un autor al que pienso que debería haber hecho tiempo ha en vez de ceder siempre a la pereza que me daba intentarlo. Cuando lo logro, no siempre se cumple el objetivo, ya que el libro en cuestión se puede tirar dos meses encima de una mesa para luego ser trasladado, virgen, a una estantería. Si me lo leo con cierta premura pueden pasar dos cosas, que comprenda perfectamente la pereza que me daba el autor en cuestión o que lamente no haberlo descubierto antes. La segunda posibilidad es magnífica para los lectores compulsivos como quien esto firma, pues, de repente, suelen esperarles un montón de libros más del mismo autor, lo cual garantiza grandes veladas de lectura en la piltra.

Tuve suerte hace unos días con un autor polaco del que siempre pensaba que debería leer algo, Stanislaw Lem (1921 – 2006), el autor de la famosa novela Solaris, llevada al cine en dos ocasiones (por Tarkovski y Soderbergh). Sabía que representaba la ciencia ficción más, digamos, metafísica, pero es que siempre he tenido un problema con ese género: me encanta en el cine o en el comic, pero me cuesta atravesarlo en la literatura, tal vez porque carezco de la imaginación necesaria y preciso ver las cosas en vez de que me las cuenten. Aprovechando que tenía elementos de novela policiaca, me hice con ‘La fiebre del heno’, una obra de 1976 que ahora edita Impedimenta en su completo proceso de reivindicación del escritor polaco.

La fiebre del heno narra la investigación de un ex astronauta norteamericano sobre unas extrañas muertes acaecidas en Nápoles y su posible relación con algún ultra secreto asunto de estado. En una Europa agarrotada por el terrorismo, estas muertes muestran elementos comunes banales, como la calvicie de las víctimas o su amor a los balnearios. A todos les pasa lo mismo: enloquecen y se suicidan, sin que nadie entienda por qué. La solución al enigma, que no revelaré, guarda relación con el citado asunto de estado y figura en ella el azar, fundamental a la hora de que el suicidio devenga un crimen. Extraña mezcla de thriller, distopía y ‘Las mil y una noches’ (cada muerto tiene una historia muy chocante), La fiebre del heno es un artefacto literario fascinante.

RAMÓN DE ESPAÑA