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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

«Los Liszt» o el placer de hacer listas

«Los Liszt» es una sencilla obra de arte. Y apuesto fuertemente por ella como el título infantil del año. No dejéis de buscarla en las librerías.

Hoy quiero hablaros del que, si no cambia nada, va a convertirse en mi libro favorito de literatura infantil de 2018, y mirad que sólo llevamos un cuatrimestre… Se trata de Los Liszt, un cuento ilustrado obra de Kyo Maclear y Júlia Sardà. Publica Impedimenta en su colección La Pequeña Impedimenta. ¿Preparados?

Los Liszt son una familia a la que le gusta hacer listas. Hacen listas de cosas normales y de cosas de lo más inusuales. Hacen listas en todas las épocas del año, y cada miembro de la familia de algo diferente: Mamá Liszt, Papá Liszt, Winifred, Edward, Frederick y el Abuelo Liszt. De canciones de David Bowie, de los mejores futbolistas de todos los tiempos o de las enfermedades más asquerosas. Pero un día, mientras cada miembro de la familia está a lo suyo, llega a su casa un extraño visitante. Un visitante que no está en ninguna lista. ¿Serán los Liszt capaces de integrarlo en su familia? ¿Cómo lidiarán ante esta presencia tan inesperada?
Bajo esta premisa, y mirad que es un cuento muy corto, se esconde un álbum extraordinariamente bello, que te enamora ya de primeras por el excelente trabajo de Júlia Sardà. Esta autora barcelonesa ya consiguió en la portada ganarme al 100% con un estilo y una tipografía deudoras de Gustav Klimt. Y una vez entras en la casa de los Liszt, te atrapa por la cantidad de detalles y guiños que las autoras nos proponen: impagables esas referencias a Bauhaus, Siouxsie & The Banshees, Tintín, Rasputín, Mary Poppins, la perrita Laika o la teniente Ripley.

En algunos de los comentarios que la prensa ha escrito se hace referencia a un estilo cercano al de Wes Anderson. Y aunque pueda ser cierto, creo que la vinculación está traída simplemente por una cuestión de moda, cuando la influencia que yo veo más nítida es la de Edward Gorey. Una familia algo desequilibrada, todos presas de sus propias filias y fobias, interactuando mínimamente en una mansión evanescente y decadente, recibe la visita de un extraño desubicado, al que deberán aceptar. No me digáis que no tiene un aire muy a El huésped dudoso de Gorey. Pero donde Gorey usaba su magnífico pero sencillo trazo a tinta en blanco y negro, Sardà hace una exhibición de dibujo de colores saturados, en una gama que enseguida se vuelve la marca personal de la obra.

Lo mejor: que la llegada de este extraño a la casa de los Liszt no los hará cambiar. Bueno, sí: integrarán al bienvenido, pero seguirán básicamente con su rutina, esta vez con él, demostrando que para la buena convivencia se tienen que respetar tanto los tiempos comunales como los espacios individuales.