cabecera 1080x140

Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

«El hospital de la transfiguración»

Me estreno con el Stanislaw Lem menos Lem de todos. Su primera novela y la única que no se enmarca dentro del género por el que se conoce a este autor: la ciencia ficción.

«Nadie puede ser más cercano para mí que yo mismo y a veces yo, yo mismo, estoy tan lejos de mí.»

Las razones son las mismas que dificultan poder comentar esta obra: El hospital de la transfiguración fue considerada una obra contrarrevolucionaria por las autoridades polacas de la época, razón por la cual Lem tuvo que reescribir el libro varias veces hasta que finalmente, ocho años después de que la escribiera, ya en 1956, y gracias a que ya había mayor libertad de expresión, por fin pudiera publicarla. No me extraña que no quisiera seguir escribiendo ficción realista y se decidiera por la ciencia ficción como escenario para expresarse.

No obstante, y sin haber leído (de momento) más obras de Lem, intuyo que toda su genialidad y su maestría ya se vislumbran claramente en El hospital de la transfiguración.

«Ni una palabra sobre cuestiones políticas. En se sentido, era como si se hallara en el fondo del mar: todos los movimientos allí abajo eran suaves y acompasados, y de las tormentas más violentas que tenían lugar en la superficie solamente les llegaba el eco.»

La novela se sitúa en los primeros meses de la invasión de Polonia por parte de los nazis. Stefan, nuestro protagonista, es un tímido, sensible y joven médico que encuentra trabajo en un psiquiátrico situado en un bosque. Y así, parece haber dos universos: el que transcurre dentro del psiquiátrico y el que transcurre fuera. Y en cierta forma, también dos locuras, la interior y la exterior. ¿Qué locura será la más aborrecible? ¿la de los “locos”? ¿la de los cuerdos?

El entorno creado por Lem es impecable, metafórico y mordaz. Un bosque presente continuamente, inamovible, inalterable ante los acontecimientos de la humanidad, como lo es la naturaleza, creando una barrera aparentemente segura pero impredecible, que separa al hospital del resto del mundo, como una especie de oasis, una isla en la que parece incluso posible instaurar la esperanza. Pero solo lo parece.

«Estaría bien tener cientos de objetivos a corto y a largo plazo. Y no algo tan indefinido como “ser valiente” o “ser bueno”, sino cosas tan concretas como “arreglar el retrete”. Stefan deseó con toda su alma ser tan simple como la mayoría de la gente.»

Será en ese entorno y en ese contexto histórico, en el que nuestro inseguro Stefan tendrá que adaptarse a su nuevo trabajo y en donde conocerá a distintos personajes, que le servirán a Lem para hacer una radiografía profunda y sutil del alma humana, sus apariencias, máscaras y disfraces. También su crueldad.

Transfiguración es un concepto que define un cambio de forma de modo tal que revela su verdadera naturaleza y cultura. Y exactamente eso es El hospital de la transfiguración, una especie de microcosmos que simboliza y escenifica la esencia de la humanidad con todo su horror y su hipocresía puesto que, finalmente, muestra su verdadera (y terrorífica) naturaleza.

Alejado de la ciencia ficción por la que es más conocido Stanislaw Lem, en El hospital de la transfiguración se aprecia un cuidado del detalle y de la psicología de los personajes que seguramente encontraré en sus novelas más conocidas. No diré que El hospital de la transfiguración es lectura fácil: no es una novela en la que haya acción, sino estados de ánimo, pensamientos, reflexiones y descripciones.

Reflexiones que coinciden con muchos de los temas que a mí me fascinan y (pre)ocupan: la ineptitud para vivir, la muerte, la pertenencia, la identidad… Y todo ello para dejar desnuda y en evidencia a los seres humanos. A algunos seres humanos. Qué poco cambiamos, en realidad: el egoísmo excesivo y camuflado de su opuesto (la generosidad, la escucha, la empatía) y el escucharse más a uno mismo que a los demás son elementos que no solo siguen a la orden del día, sino que se premian con tanta facilidad como sobrada vanidad.

Sin duda la filosofía y grandes cuestiones que inquietaban a Lem están presentes en este su primer libro que, aunque difícil de valorar por sus múltiples y obligadas reescrituras, deja evidente la calidad y los intereses de un autor al que pienso seguir leyendo.

«Todo está en todo. Las estrellas más lejanas influyen en la orla del cáliz de una flor. El rocío de la mañana contiene la neblina de la noche pasada. Todo está entrelazado por una omnipresente dependencia. No hay nada que pueda librarse del poder de todo lo demás.»