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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

Las «Damas oscuras» que nos acercan a los cuentos de fantasmas victorianos

Una antología de escritoras victorianas recupera 22 relatos de horror muy de moda en el siglo XIX. Entre las autoras destaca Charlotte Brönte pero también otras novelistas desconocidas que retratan una época.

El auge de los relatos sobrenaturales en la Inglaterra victoriana del siglo XIX corresponde a un tiempo muy concreto y peculiar. Por un lado, la sociedad se abría paso hacia la industrialización y la modernidad, pero a su vez estaba fascinada por los médiums, las creencias espiritistas y la muerte. Una tendencia que cautivó a la ciudadanía en una moda sin precedentes por los cuentos de fantasmas.

A estas dos ramificaciones se une una tercera, que marcaría un incipiente camino feminista en la literatura: decenas de autoras siguiendo la estela de pioneras como Mary Shelley, que alumbró Frankenstein, mito gótico por excelencia, se lanzaron a la escritura de historias del Más Allá que atraparon a miles de lectores que seguían sus relatos en las revistas literarias más relevantes como Temple Bar o All the year round, esta última editada por Dickens.

Este caldo de cultivo es el que recoge Damas oscuras. Cuentos de fantasmas de escritoras victorianas eminentes, editado por Impedimenta y que ya va por su tercera edición.

Una cuidada y detallista antología que aglutina 22 creaciones de novelistas reconocidas como Elizabeth Gaskell, Margaret Oliphant o Willa Cather y de otras que nunca alcanzaron la popularidad, en un intento de emerger del olvido estas misteriosas historias y poner en valor su trabajo, muchas veces eclipsado por el de sus homólogos masculinos con Poe a la cabeza o incluso Oscar Wilde que creó el celebérrimo Fantasma de Canterville.

Lecturas terroríficas para el verano
Damas oscuras ya nos inquieta desde la portada con una terrorífica imagen de niñas con la mirada vacía, metáfora de la ceguera moral en los códigos de la época.

Conviene acercarse a los cuentos, muchos de ellos verdaderas joyas ocultas, sin prejuicios y en su contexto histórico; no en vano están protagonizados por espectros que encajaban en los gustos del público de otro siglo y algunos pueden parecer inocentes para el maleado lector del siglo XXI.

Son historias directas y populares, escritas por encargo y sin aspiración de alta literatura pero plagadas de intriga, humor y perfectamente válidas como retrato de una época cambiante. Solían publicarse en Navidad amparados en el frío invierno pero también son muy adecuados para el verano por su entretenimiento, al igual que los relatos de detectives que también experimentaron un verdadero boom, señala a RTVE.es Enrique Redel, editor de Impedimenta, un sello que apuesta por la literatura escrita por mujeres.

Damas oscuras nos adentra en la evolución de la los libros de horror victorianos desde 1830 hasta 1900. La mayor parte de los relatos se desarrollan en ambientes brumosos de leyenda, exóticos paisajes como cementerios en Venecia, tétricas mansiones perdidas en el corazón de la verde Irlanda o románticas villas mediterráneas.

El narrador suele ser omnipresente, el principal ingrediente es el miedo y no es frecuente la violencia física pero sí la tensión psicológica. Entre los cuentos destaca por su rareza Napoleón y el espectro de Charlotte Brontë, ya que se desconocía la inmersión en el terror de la autora de Jane Eyre; otro de los relatos singulares es la fantasmagórica Cecilia de Nöel de la escritora autodidacta Lanoe Falconer.

De casi cien páginas, el cuento es casi una novela corta que destaca por su calidad e introspección psicológica y por un personaje que no termina de aparecer.

Las escritoras rompen el mito del hombre victoriano
Los protagonistas de Damas Oscuras son burgueses que se enfrentan a lo desconocido y a secretos familiares que remiten a un pasado rural, un tiempo lejano donde nadie cuestionaba el Día de Todos los Santos y que se desvanecía a pasos agigantados, según remarcan en el prólogo del libro.

Una vez más emerge el choque entre dos mundos, mientras la servidumbre asume con naturalidad la presencia cotidiana de los espíritus, esta imagen aterroriza a sus acomodados amos. A la racionalidad de la época se contrapone la irracionalidad de la presencia de los fantasmas.

Estas historias, aparentemente sencillas, también esconden un segundo nivel. Estas damas del terror desafían las estructuras de una sociedad que oprime a las mujeres a través de sus creaciones sobrenaturales.

Las autoras rompen en pedazos el mito del hombre victoriano, que ve sacudido su universo patriarcal por la aparición de los espectros y trocan en seres vulnerables. Los hombres considerados sensatos y fiables son conducidos a actitudes nerviosas y desesperadas autoimpuestas a las mujeres.

«Curiosamente casi todos los cuentos están protagonizados por hombres que se envalentonan pero al final siempre acaban escaldados por los fantasmas. A los hombres les acaba superando lo sobrenatural», señala Redel.

De esta forma, lo de menos es casi descubrir el misterio que rodea a los aparecidos, sino ver cómo reaccionan los personajes, en un mecanismo de empoderamiento utilizado por las novelistas victorianas para restablecer una ansiada justicia social.

ANA BELÉN GARCÍA FLORES