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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

Mircea Cartarescu: «Los únicos libros que valen son los ilegibles»

El escritor rumano recibió anoche el premio Formentor. Antes de la gala recibió a un pequeño grupo de periodistas para hablar de su nueva obra El ala izquierda, sobre un profesor de instituto que acaba convertido en ácaro. Una autoexploración psicológica, familiar y social en una Bucarest alucinada.

¿Qué es eso de que esta trilogía tiene la forma de una mariposa?

Ni siquiera sabía que era una trilogía, solo disfrutaba de cada página, no sabía cuál iba a ser su extensión, creía que el proceso de escritura duraría toda la vida. Siempre he soñado con leer un libro que dure toda la vida, empezarlo al aprender a leer y encontrarme la palabra fin justo antes de morir. Lean una página suelta, disfrútenla, no se preocupen por la trilogía, nadie sabe cuánto vivimos ni cuánto dura un libro. Al acabar el primer volumen, pensé en darle forma de mariposa, es decir, una estructura en tres partes, un tríptico, con paraíso, mundo terrenal e infierno. La mariposa tiene un ala izquierda, la infancia con mi madre como centro; el cuerpo, que es el mío y donde hablo de mí; y el ala derecha, que representa el infierno, donde hablo de mi padre, un comunista duro, a través de una sátira swiftiana.

Es una propuesta exigente…

Los únicos libros que merecen ser leídos son los ilegibles. Kafka es ilegible, como el Finnegans Way. Si hablas del espíritu humano debes ser ilegible porque nadie puede desvelar nuestro fuero interno. Hay que enfrentarse al misterio de cada libro como hizo Teseo ante el minotauro. Mientras escribía Cegador, leía teorías fractales y eso me influyó mucho, cada detalle refleja la totalidad.

Se desliza entre lo realista y lo onírico, constantemente.

Los niños pequeños, hasta los 3 o 4 años, no distinguen la vigilia del sueño, la mente ve la realidad como un sueño inmenso. Ese es el objetivo de cualquier artista, crear arte significa volver ahí. Nuestra realidad de europeos responsables es demasiado formal, la misma para todo el mundo. El artista araña la superficie para revelar lo que ve el niño.

Bucarest es muy importante…

Bucarest aparece terriblemente deformada, nunca pretendí describirla de modo realista sino según mis necesidades poéticas y narrativas. Vienen turistas a buscar mis escenarios y se decepcionan al ver que no hay túneles subterráneos. Dos­toyevski no sirve como guía de San Petersburgo, es un sueño suyo.

¿Qué significan los insectos en sus libros?

Les dan demasiada importancia, como a los sueños, porque yo me considero ante todo un escritor realista. Son fascinantes, de niño los torturaba, les clavaba alfileres y los colgaba vivos en la pared. De mayor, expío mis pecados y soy con ellos tierno y cariñoso como un monje budista. Los insectos son como pequeños autómatas, representan tanto lo grotesco y espantoso como lo angelical.

¿Qué encontraremos en la segunda entrega de Cegador?

La escena cumbre: se enfrentan una mariposa y una tarántula, la lucha arquetípica entre el bien y el mal, la verdad y la mentira, luz y oscuridad.

Hay profusión de escenas sórdidas, tullidos, fluidos corporales, cuerpos que se degradan. ¿Se recrea en el feísmo?

Busco lo escatológico en sus dos acepciones: lo más sucio y lo más elevado. Los griegos identificaban el bien con la verdad y la belleza. Yo hago lo contrario: junto lo malo y lo feo, es lo mismo.

Háblenos de su madre…

Es la persona más inteligente que he conocido, cada mañana nos contaba lo que había soñado la noche anterior. Eran historias terribles, aún me estremezco al recordarlas. Era una campesina sin estudios y aún no he conocido a nadie más sabio que ella en este mundo. Todo lo que escribo viene de ella.

Xavi Ayén