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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

Natsuke Soseki, de Oriente a Occidente

Impedimenta publica «Más allá del equinoccio de primavera», una de las grandes novelas del escritor japonés.

Ha sido el modelo para el Nobel Kenzaburo Oé y para el aspirante Haruki Murakami. Natsume Soseki (1867-1916) fue el ariete que abrió paso a la modernidad en la literatura japonesa. En 1868 accedió al trono el joven emperador Meiji, que emprendió numerosas reformas políticas, sociales, económicas, religiosas y culturales destinadas a sacar a Japón de un aislamiento de más de 250 años, a dejar atrás los rastros enquistados del medievalismo feudal, a poner a su país en contacto con Occidente. El lema oficial de la era Meiji fue: «Aprender de Occidente para alcanzar a Occidente».

Así lo recuerda el profesor y traductor Carlos Rubio, máximo experto en Literatura Japonesa, en la completísima introducción a su traducción de Kokoro, editada por Gredos en 2009. Kokoro (1914) pasa por ser la obra maestra de Soseki. Es una novela ya tardía del escritor japonés y forma parte de la trilogía en la que se inserta Más allá del equinoccio de primavera (1912), relato de búsqueda y de iniciación a la vida adulta que ahora publica Impedimenta.

Este sello editorial es el máximo difusor de la obra de Soseki en España, pues ya ha publicado con anterioridad otras ocho de las 14 novelas del escritor japonés. Entre ellas, la primera, Soy un gato (1904), divertidísima sátira social desde el punto de vista de un felino. Fernando Sánchez Dragó, tan vinculado a Japón, llamó Soseki —en homenaje al novelista— a uno de sus gatos y, cuando murió el animal, escribió sobre él uno de sus mejores libros, Soseki. Inmortal y tigre (2009).

Soseki publicó Soy un gato a su regreso de una deprimente estancia de tres años en Inglaterra destinada a ampliar sus conocimientos de la literatura inglesa, forjados durante su licenciatura en la Universidad Imperial de Tokio, ciudad en la que nació en 1867 —cuando todavía se llamaba Edo y no era la capital del país—, siendo el menor de los ocho hijos de un funcionario apellidado Kinnosuke, descendiente de una declinante familia de samuráis y hombre sin escrúpulos que lo entregó sucesivamente a dos padres adoptivos, uno de ellos futuro chantajista del escritor de éxito. Esa vicisitud y la muerte de la madre y de dos hermanos en la adolescencia marcaron la personalidad de Soseki.

Se especializó en Literatura Inglesa y fue becado (malamente) por el gobierno para estudiar en Inglaterra porque ese rasgo de apertura al exterior fue una de las características de la era Meiji, que terminó en 1912, cuatro años antes de la muerte del escritor debido a una úlcera gástrica que le había mantenido severamente enfermo (y vomitando sangre en periódicas crisis) los últimos seis años de su vida. Pero sin dejar de escribir. Soseki tuvo muchos hijos y un matrimonio largo y escasamente feliz, pese a su adscripción al budismo zen.

Formado, como tantos, en la poesía china —que cultivó, al igual que el haiku—, Soseki, curiosamente, tuvo dudas al principio sobre la conveniencia y consecuencias de dejarse influir por la literatura occidental. Después, sería el principal paradigma de esa influencia en las letras niponas, que dio lugar —según señala el profesor Rubio— a una nueva narrativa que impulsó el individualismo —ignorado por la cultura japonesa—, el análisis psicológico y el tratamiento del amor romántico.

Antes de dedicarse (desde 1907) al periodismo literario —y no sin polémica—, Soseki, también ensayista y diarista, estuvo volcado en la enseñanza en varias escuelas y, finalmente, en la Universidad de Tokio, que abandonó abruptamente y donde había sustituido en la cátedra al incomparable Lafcadio Hearn. Entre sus novelas más celebradas está Botchan (1906) —también editada por Impedimenta—, un permanente superventas en Japón, donde Soseki cuenta con humor su desastrosa experiencia en una remota isla a la que fue destinado al comienzo de su carrera como profesor.

El mencionado Lafcadio Hearn, nacido en una isla griega, emigrado a Estados Unidos y trotamundos infatigable, acabó siendo un consumado orientalista y una autoridad académica en Japón. Nos ocupamos aquí de él cuando Errata Naturae publicó su formidable libro de viajes Un crucero de verano por las Antillas. El caso es que Lafcadio Hearn también escribió, mucho antes que Soseki, un libro titulado Kokoro (1891), un ensayo sobre los «ecos y nociones de la vida interior japonesa», que tradujo al español Julián Besteiro. La palabra kokoro significa, en japonés, corazón. Y, por cierto, soseki, el nombre que Natsume escogió como pseudónimo, significa terco en chino. Pero ésta es otra historia.

Manuel Hidalgo