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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

Maryse Condé: «Estoy orgullosa de ser alternativa»

La ganadora del Premio Nobel Alternativo ha visitado España con su libro «Corazón que ríe, corazón que llora».

Marysé Condé vino al mundo en mitad del jolgorio del Día de Carnaval por las calles de Pointe-á-Pitre, la capital de Guadalupe. Nos cuenta en el libro, una bellísima autobiografía literaria, cómo a miles de millas náuticas de la estirada Torre Eiffel se despliega una Francia caribeña y zumbona, que cuenta, eso sí, con su propia burguesía, a la que pertenece la familia de la autora. Sus padres son ricos, cultos, refinados rozando lo snob… pero tendrá que pasar un tiempo para que ella se dé cuenta de que también son negros. En Corazón que ríe, corazón que llora (Impedimenta), la escritora convierte algunos episodios de su infancia en cuentos deliciosos narrados con una ligereza gozosamente impregnada de color local, pero bajo ese aparente desenfado explotan cargas de profundidad: el racismo de los franceses europeos hacia sus compatriotas de las Antillas, la relación con una madre exigente o el descubrimiento a temprana edad de que la sinceridad es un mal negocio emocional. Uno de los episodios del arranque de la novela resulta significativo: sus elegantes padres los llevan de vacaciones a París, como suelen hacer habitualmente y en un café el camarero, que seguramente quiere ser amable, les dice con admiración que ¡hablan muy bien francés! Ni se le pasa remotamente por la cabeza que son franceses.

Condé no anda sobrada de salud, pero sí de lucidez. Nos recibe en su silla de ruedas con amabilidad en el hall de un hotel de Barcelona con las paredes forradas por las caricaturas de Opisso, acompañada por su solícito marido británico, al que conoció por ser su traductor al inglés.

¿Han cambiado las cosas desde su infancia o todavía le dicen en Francia que habla muy bien francés?

No, no han cambiado las cosas. Hace unos días di un breve discurso, una cosa banal, en el pueblo de Francia donde resido. ¡La gente me decía asombrada lo bien que hablaba francés!

¿Y qué más hay que hacer para cambiar las cosas?

Los cambios profundos necesitan tiempo y este necesita más tiempo. Pero no hay que desalentarse, el hecho de que yo misma sea escuchada por más gente con total respeto puede interpretarse como un indicio del inicio del cambio.

En su libro narra cómo en el colegio hace una redacción sobre su mejor amiga y, al retratarla sinceramente diciendo que no era guapa y que no sabía hacer la O con un canuto, se armó un escándalo. Incluso le pasó con su madre, cuando quiso escribirle un texto bonito diciéndole cómo la veía una mujer tan fuerte como ella acabó llorando. ¿Vale la pena la sinceridad?

Creo que hay que decir la verdad, aunque es cierto que viendo los desastres que causa alrededor puede ser un problema. Pero siempre hay que decir la verdad a aquellos a los que queremos. Igual que sobre mi cultura: yo desde las Antillas tenía que decir la verdad: que estábamos obligados a vivir en la dependencia. Un escritor no puede renunciar a eso porque la literatura es un territorio de la libertad. Es lo contrario a lo políticamente correcto.

La literatura francesa sigue siendo muy potente. ¿Lee a sus contemporáneos?

A algunos. La fuerza de la literatura francesa reside en su diversidad. Hay autores, tal vez no los más exitosos, a los que admiro, como Eduard Louis, porque no hablan de las cosas de siempre con el mismo registro de siempre.

Usted después de estudiar y pasar un tiempo en Francia decidió irse a África a buscar el enlace con sus orígenes más ancestrales. ¿Qué encontró en África?

En África lo encontré todo. Sin África no sería la mujer que soy, no tendría la confianza que tengo en mí. ni la fe que tengo en el futuro. Naturalmente que llegué con ideas ingenuas creyendo que todos los negros éramos hermanos e íbamos a darnos la mano. Las cosas no son así. Todo es mucho más duro, incluso cruel y se me desmoronaron algunas ilusiones. Pero en África gané mucho más de lo que perdí.

Se fue de las Antillas a París, de allá a África y ha vuelto a Francia. ¿Se plantea cerrar el círculo regresando a Guadalupe?

La salud ha cambiado el curso de mi vida y en Francia tengo cerca a la gente que amo. En enero volví a Guadalupe y ese viaje de vuelta me encontré que la tierra no era la que yo soñaba. Era un lugar ajeno a mí misma. Guadalupe está en mis recuerdos, ya no necesito volver porque está conmigo.

Le han concedido el premio Nobel alternativo… usted ha tenido una larga trayectoria como activista por los derechos de las minorías y las mujeres. ¿Está cansada de pasarse la vida siendo «alternativa»?

No. Yo lo que quiero es no dejar de expresar la diferencia, de mi color, de mis orígenes y luchar por la dignidad de todos los que son diferentes. Estoy orgullosa de ser alternativa, de escapar a las definiciones cómodas. Eso no va conmigo.

Antonio Iturbe