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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

«Faster»

Faster. La historia de dos niños, o dos adolescentes, que una tarde de 1980 deciden entrevistar a la leyenda, el cinco veces campeón de automovilismo, Juan Manuel Fangio, conocido como el Chueco. La historia de una amistad a prueba de balas y que, por e…

Faster. La historia de dos niños, o dos adolescentes, que una tarde de 1980 deciden entrevistar a la leyenda, el cinco veces campeón de automovilismo, Juan Manuel Fangio, conocido como el Chueco. La historia de una amistad a prueba de balas y que, por eso, resiste las distancias, las rencillas, cada uno de los eventos cotidianos que pugnan por romperla. La historia de una Argentina en la que todos se conocen, porque son familiares o amigos, y es todavía posible tomar un bus, partir a la periferia y encontrar en una concesionaria automovilística a poco menos que un mito, pero más que a un hombre. Eso es Faster, la última novela de Eduardo Berti (Buenos Aires, 1964). Eso y mucho más, pues su autor ya nos tiene acostumbrados a narraciones en las que, bajo una aparente simpleza, se esconde más de una sorpresa.

Uno de los grandes temas en la obra de Eduardo Berti es el de la memoria. Incluso una novela como La mujer de Wakefield (1999), hasta cierto punto germen de otras aventuras como Todos los Funes (2004) y Un padre extranjero (2016), plantea a su manera un trabajo de memoria. Eso explica, por lo demás, el hecho que, vista con perspectiva, la narrativa de Berti pareciera una melodía tocada por distintos instrumentos, desde el microrrelato hasta la novela, pasando por el cuento e, incluso, la greguería. ¿Qué cosa era recordar, por lo demás, en tiempos durante los cuales no existían las redes sociales ni ese sucedáneo aséptico de los recuerdos, archivo que es la memoria digital? «Cuando pienso en esos años, me pregunto cómo hicimos mi padre y yo para vivir una década completa sin teléfono» (p.156). La memoria es porosa para el olvido, afirma el narrador de uno de los cuentos de Borges. Sobre todo, cuando se trata de evocar un tiempo perdido, pero virgen de ese exceso de información y archivo de nuestros días. En él, quiero decir el tiempo perdido, cuaja la inspiración literaria que lo recupera recreándolo.

La novela recrea, asimismo, los vínculos entre hermanos, junto con los vínculos de familia de padres a hijos y de hijos a padres. Las relaciones de pareja, a las que asistimos en sordina, gracias a la perspectiva del juvenil narrador, también están presentes. Sin embargo, lo más importante en la novela son esos familiares que uno escoge, quiero decir los amigos. Como el amigo con el cual el narrador acude a entrevistar a Fangio y con quien, sin quererlo, termina llevando un tiempo la revista y, después, escribiendo como periodista. A su lado, el narrador supera la adolescencia y cristaliza —no lo sabe, de esto será consciente cuando recuerde y escriba— una vocación que, a falta de otra palabra, identificaré con la literaria. A la sombra de la ética de Fangio — «ganar es más que un mero asunto de velocidad, que ser veloz es más que un mero asunto de velocidad» (p.38)—, ambos jóvenes se iniciarán en la escritura, sin prisa alguna aunque de manera tenaz.

Si consideramos novelas como El país imaginado (2011), acaso una de las grandes ficciones latinoamericanas novelas del siglo XXI, Fangio es una pieza un poco en la sombra de ésta en la trayectoria de Eduardo Berti. Sin embargo, se trata de una novela que calza perfectamente con el resto de su obra con una forma ágil que manifiesta muy bien el sentido de composición del argentino. Esas secuencias, irregulares de extensión, salpicadas de humor, sabiamente dosificadas, que componen el conjunto perfilan una novela que es homenaje y lección de escritura. Faster.

Félix Terrones