Veinte años después de su publicación, Impedimenta lo rescata para nuestro mercado en una cuidada edición traducida por Miguel Ros.
La editorial describe así este volumen: «Como buen inglés, Roger Deakin adoraba el agua. Así que un día de 1996 se lanzó al foso de su casa en Suffolk y se propuso recorrer las islas británicas a nado. Playas, pozas, ríos, estanques y lidos. Acueductos, canales, cascadas y canteras inundadas. Deakin recorrió su país contemplando la vida desde la perspectiva de las ranas, y fue interceptado por guardacostas, confundido con un suicida e incluso estuvo a punto de ser engullido por un remolino en las Hébridas.»
La admiración de la naturaleza, el espíritu aventurero y el ansia de libertad recorren las venas de este libro que se plantea, desde su misma concepción, como un canto a la fundición entre el hombre y su entorno; a la conjunción de elementos que el planeta proporciona. Con una mirada divertida, fascinada y vitalista, Roger Deakin contagia rápido al lector de su hambre por descubrir y por perfilar los límites de lo físico. Diarios del agua construye también discurso en torno a lo acuático como elemento simbólico, como hogar líquido cuyo flujo navega con gesto paralelo a nuestras propias vidas; como lugar de nacimiento, limpieza y resurgir. En definitiva, una celebración de la vida en sus últimas instancias.