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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

La Colombia de Pablo Escobar en La fruta del borrachero

Ingrid Rojas ambienta en los años del terror del narcotráfico una novela maravillosa

La Colombia que vivió bajó el terror de Pablo Escobar desde los ojos de una niña en La fruta del borrachero (Impedimenta), una novela escrita con sensibilidad y dolor que refleja la oscuridad de una época que estuvo marcada por la muerte y la sangre derramada por el narcotráfico.

Ingrid Rojas es la autora de este libro escrito con una prosa sencilla en su forma, pero profunda en el fondo. Uno de los personajes principales está inspirado en sus propias vivencias. Chula, una niña de siete años, es el personaje en cuestión, que comparte protagonismo con Petrona, su niñera, una mujer que llega a la familia Santiago desde uno de los barrios ocupados por la guerrilla.

Las dos, Chula y Petrona, serán las encargadas de poner luz a una historia marcada por la violencia más cruel. Con muchos secretos entre ellas, la novela camina entre una atmósfera de lo más especial gracias a la capacidad narrativa de Rojas. La crítica ha querido relacionar esta obra con Narcos y Roma para darle más marketing, pero no es necesaria la comparación. Quienes se acerquen a la lectura de esta novela comprobarán el talento demostrado por Ingrid en la que, sorprendentemente, es su opera prima.

La autora narra de manera notable esa etapa negra de Colombia y al mismo tiempo pinta ese retrato familiar y social de las cicatrices que dejó la violencia. Aunque las dos protagonistas no tienen, aparentemente, nada en común, es sorprendente cómo la lucha por la supervivencia puede unir los caminos de las personas. Nos encontramos ante una historia valiente con mucha fuerza narrativa. Una lectura que no dejará indiferente a aquellos lectores que se acerquen a las páginas de La fruta del borrachero.

La muerte como protagonista

«La televisión nos iluminaba la cara con un color azul claro. La muerte era algo tan común. A veces un detalle me hacía sentir algo otra vez. En una ocasión en un campo apareció una hilera de cadáveres cubiertos con sábanas blancas y solo el sexto cadáver tenía manchas rojas».