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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

Tatiana Tibuleac, una mirada moldava a una madre y su hijo – «El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes», de Tatiana Tibuleac – Pompas de papel

El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes es una novela portentosa en la que se nos narra cómo alguien puede llegar a «desodiar» a una persona a la que ha aborrecido mucho.

En la literatura escrita en lengua rumana ha surgido en los últimos años una voz que está cautivando a Europa. Es la voz de Tatiana Tibuleac. Una periodista reconocida en prensa y televisión, nacida en 1978 en Chisinau, en Moldavia, un país en el que se habla rumano, y que se encuentra situado entre Rumania al sur y Ucrania al norte. Tibuleac comenzó publicando un libro de relatos en 2014, Fábulas modernas, y su último trabajo es una novela del año pasado titulada Jardín de vidrio, que ha sido galardonado con uno de los premios literarios de la Unión Europea. Pero el libro que le ha dado popularidad es su primera novela, de 2016, que ahora ha traducido al castellano la vasca Marian Ochoa de Eribe para la editorial Impedimenta. La novela se titula El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes y cuenta una historia terrible, no exenta de poesía, ternura y sentido del humor, que indaga en una dura relación, marcada por el rencor, entre un hijo desequilibrado y su infeliz madre. Una novela que reivindica la fuerza del amor y el perdón.

El hijo se llama Aleksy y siente que fue un niño no deseado, un niño que nadie quiso. En realidad nunca se ha sentido amado. Además tiene problemas psiquiátricos que le convierten en un ser violento cuando deja de tomar su medicación. La madre, lo iremos conociendo poco a poco, no es esa señora inculta que aparenta, sino una mujer que tenía aspiraciones, aspiraciones que se vieron truncadas cuando quedó embarazada, demasiado pronto, de un camionero y tomó la errónea decisión de casarse con él. Para intentar reconciliarse con su hijo organizará unas largas vacaciones con él fuera de Moldavia, en un pueblecito de la campiña francesa no muy lejos del mar. La madre, lo sabemos desde el principio, tiene cáncer terminal, y quiere recuperar el amor de su hijo y que éste la quiera y la comprenda.

Como hemos dicho estamos ante una historia muy dura que narra el enfrentamiento, y posterior entendimiento, entre ese hijo desequilibrado y esa madre incomprendida que necesita que la entiendan, que su hijo sepa por qué actuó como actuó, y que la perdone. El lector comprende la amargura del adolescente porque es él el que cuenta la historia en primera persona desde el futuro, un futuro en el que se ha convertido en un artista famoso. Y al saber que está desequilibrado, el lector comprende enseguida que debe estar en guardia, porque no podemos saber cuándo nos dice la verdad o cuando esa verdad se ve transformada por sus arrebatos psicóticos.

La autora es muy hábil también al facilitarnos la información, porque poco a poco nos va dejando pequeñas pistas de lo que sucede y ha sucedido en el pasado. Así vamos a ir haciéndonos una idea de toda la historia. Vamos a conocer el ecosistema en el que se mueven los personajes: una pequeña ciudad, la madre y la abuela regentando una tiendecita, el hijo con problemas constantes en el colegio, la cuadrilla de descerebrados adolescentes, la primera atracción por las chicas, el padre ausente que huyó de casa… Pero también nos irá contando cómo es ese pequeño pueblo francés donde todo el mundo se conoce y que va a acabar acogiendo a madre e hijo. Incluso sabremos algo de la vida de Aleksy en el futuro, marcada por el éxito, pero también por una tragedia.

Por cierto, aunque la voz del narrador sea terrible, sobre todo al comienzo de la novela, hay momentos muy divertidos, porque el protagonista es un tipo bastante guasón, a pesar de sus problemas. Especialmente hilarante es el capítulo en el que se narra la excursión de madre e hijo a la playa, donde alquilarán una barca que son incapaces de manejar. Parece salido de una película de Jacques Tati. También impresionan las escenas conmovedoras que van uniendo a los dos personajes y que se pueden resumir en esos capítulos de una o dos líneas que empiezan con la fórmula «Los ojos de mi madre eran…», y concluyen con una hermosa metáfora poética.

El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes es una novela portentosa en la que se nos narra cómo alguien puede llegar a «desodiar» a una persona a la que ha aborrecido mucho. No es un proceso sencillo, se nos dice, es más, es un proceso largo, complicado, complejo, pero que puede llegar a buen puerto. Aunque al final en los muelles, al desembarcar, no todo sea felicidad. Porque aquí no hay un final «Made in Hollywood», algo que debemos agradecer a la sabiduría de Tatiana Tibuleac, porque en la vida se pueden arreglar muchas cosas, pero seguramente no todas.

—Enrique Martín, Pompas de papel