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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

Viaje por las letras, y… por la vida

Una obra recomendable que se abre en crisálida, por las letras, la vida, diferentes geografías y la actualidad social y política.

«El zorro es el eterno polizón, un migrante que se desplaza con facilidad entre los mundos, y, cuando lo sorprenden sin billete, entonces, cual trilero, mueve las bolitas con la cola y ejecuta sus trucos baratos»

Hay libros que se comportan siguiendo el modelo arbóreo (todo ordenadito y como decía el otro, el dueño de una de las editoriales más poderosas de la península, con principio, desarrollo y fin) y otros que funcionan en rizoma, este último es el caso de Zorro de Dubravka Ugresic (Kutina, 1949), publicado por Impedimenta.

El libro, me resisto a catalogarla de novela, es un viaje por diferentes geografías (Zagreb, Moscú, Nápoles, Londres, Amsterdam, Nueva York, Berlín, …) en el que se van abriendo diferentes ventanas: unas dan a los encuentros de la escritora, otras a las referencias o seguimientos literarios, con incrustaciones de su vida ( la literatura es vida y viceversa, al menos en el caso de la escritora croata)y de los problemas sociales y políticos que acucian a nuestro hoy ( represión en la URSS, guerra en la ex-Yugoslavia, la cuestión de la emigración, los empleos chungos, etc. No se mueve así la obra por la nebulosa de los laberintos literarios, limpios y puros, sino que éstos, como no podía ser de otro modo, se ven contaminados por la vida, por la sociedad, etc. Siempre con la figura del zorro, como metáfora y como realidad, que asoma a lo largo del libro; el zorro como símbolo de la astucia…« el zorro es un bastardo: un ser salvaje y ladrón, una criatura que no respeta las normas ni los límites; como el escritor», presentado el animal en diferentes significados atribuidos en diferentes mitologías o folclores, o en las utilizaciones literarias presentadas , por ejemplo, por el letón Isaiah Berlin en su división entre erizos y zorros, en las que sale, curiosamente mejo parado, el zorro, frente a la cerrazón de los otros , y digo curiosamente ya que la fama de los zorros no es que sea buena que digamos, peor todavía si el sustantivo se pone en femenino…cosas del lenguaje que por otra parte no hace sino reflejar la ideología acumulada de las ideas de la sociedad.

La escritora nos arrastra en sus viajes guiada por la pregunta inicial, que no deja de planear a lo largo del libro, de ¿ cómo se crean los cuentos?, y en tal empeño comienza la búsqueda siguiendo la pista a Boris Pilniak, yendo tras su rastro su país natal en donde encuentra a su hijo y a lugares más lejanos, lo que le sirve de paso para mostrarnos la escena literaria, con la censura y las persecuciones, de los tiempos que le tocaron padecer al escritor nombrado en su país natal, al igual que a Zamiatin y a algunos otros. En la medida que los desplazamientos viajeros se van dando los cameos de diferentes escritores no cesan de asomar con singulares historias y curiosidades sobre sus vidas ( Nabokov, Tanizaki, Bulgakov…). El siguiente paso de la protagonista le va a llevar a Nápoles, invitada a un congreso de escritores, convocados a tratar sobre el problema de la emigración, lugar que – bajo el patronazgo de Parténope- va a trabar lazos con la Viuda de un escritor, Levin, que debido a su labor de reivindicar la obra de su marido fallecido va a brillar en el congreso mentado y en el panorama literario en general; su relación con tal señora, fuera de las salas del congreso, van a hacer que la conversación fluya hacia asuntos relacionados con la fama, con la celebridad y otras cuestiones más íntimas.

Más adelante otro ser del bestiario aparece , la rata almizclera que le sirve para, vuelta a las cercanías de Zagreb, Kurosovac, recordar alguna anécdota relacionada con dicho animal, desencadenándose una serie de recuerdos de su niñez: familiares y escolares, y narrando el curioso regalo que recibe de un admirador fallecido, una casa un tanto abandonado, y digo un tanto ya que allá halla a un inquilino, con quien al comienzo tiene sus más y sus menos, para más tarde establecer una relación estrecha y fluida. En cierto sentido, la protagonista encuentra allá su hogar, en donde convive con el señor ya nombrado, y en donde rememoran los tiempos de la guerra y la no toma de partido por parte de la escritora , quien debido a esta postura va a ser, y sentirse, marginada. Además de la honda huella de los traumáticos tiempos pasados, el tema de la guerra no puede ser eludido si en cuenta se tiene la profesión del inquilino: «desminador», es decir, que Borjan, que así se llama el caballero, se dedica junto a otros colegas a desactivar las minas que por allá quedan sembradas desde los tiempos del enfrentamiento bélico. Los detalles que ofrece el hombre sobre su labor, sobre la ubicación de las minas y de los casos luctuosos que en tal labor se han producido, dan pie para rememorar el horror, la locura de la guerra, los furores patrióticos que provocaron limpiezas sin cuento, al igual que se nos pone al corriente de la denominada primavera croata, en 1971, tras la cual también estos se dedicaron a su limpieza particular. El retrato del barroco burocrático que dominó en el país, nos arrastra a unas sabrosas reflexiones sobre el lenguaje, en estos tiempos de emoticones e insustanciales likes…percibe que «el lenguaje convencional no es el suyo y jamás lo será. Es el lenguaje de los libros de texto, de las lecturas, de las «batallas sangrientas», de las odas poéticas a la raza y a la nación, el lenguaje con el que los hombres adultos envían sus mensajes. Ella siente ya en este idioma la violencia masculina y su propia exclusión» ; ella escapa de estas casillas que convierten el lenguaje en vacío o en gruesas palabras que como dientes podridos no hacen sino servir para pudrir la vida, la convivencia; ella opta por el lenguaje creativo, y a través de sus andanzas, idas y venidas y zigzagueos nos va haciendo ver cómo, en la práctica, se escriben los cuentos, y queda destacado que a pesar de que «las categorías y los géneros literarios, como metáforas de la vida humana, se han desgastado por el uso exagerado, … las vidas humanas no se han cansado en absoluto de ser auténticas novelas, dramas, tragedias, farsas, cuentos sin contar, obras teatrales y novelas de amor…» ( las cursivas son de la escritora) … y Dubravka Ugresic, cuenta su vida, sus encuentros, sus relaciones, da cuenta del bagaje vital y literario que carga sobre sus espaldas y que anida en su mente, desplegando las historias como se despliegan las ciudades en aquella hermosa metáfora, empleada por Wittgenstein en sus Investigaciones filosóficas, acerca del lenguaje que funciona como las ciudades que se amplían desde las grandes avenidas, a los barrios periféricos y hasta los límites sin definir con exactitud.

Si he reiterado la fragmentación de la obra, su diseminación y las derivas que propone la escritora, ello no significa, de ninguna de las maneras, un posible desparrame incontrolado, sino que las partes confluyen, además de al mantener un denominador común en lo temático y en lo que hace a la protagonista que unifican las historias, al darse un retomar de alguno de los personajes visitados anteriormente (Levin), reavivados por el contacto, con ocasión de un congreso en Birmingham, con una señora, Ira Ferris, que le empuja a realizar un ejercicio de anamnesis sobre algunos movimientos de vanguardia rusa, Oberiut, algunos personajes minusvalorados, al modo de Saleri (segundón de Mozart, como Poulidor…)…La señora nombrada, por otra parte, trae a colación la presencia de los zorros en el jardín de su casa, ya que a los zorros les gustan los terrenos abandonados.

No es el caso de la escritora croata ya que para ella no existen terrenos abandonados y en caso de que se den, ella no tiene problema alguno en ocuparlos, balizarlos, llevándonos por zonas poco transitadas o ignoradas por las lecturas oficiales al uso, y al abuso, adoptando una óptica diferente, ya que la vida es una serie de notas a pie de página… y el texto andante que la escritora encarna no se achanta ante los posibles obstáculos ya que «los grandes escritores ( o aquellos que algún día llegarán a ser grandes)no se arredran ante las banalidades. Las desparraman en sus textos como confeti». Y así, Dubravka Ugresic no nos da descanso y muestra que todo lo que toca, todo lo que vive, lo convierte en literatura, ya que en ella no cabe plantear una disyunción entre la escritura y la vida, sino una conjunción: la escritura y la vida.

Un cúmulo de lecciones sobre cómo se escriben los cuentos, cómo se escribe la vida, acerca de la relación de la mujer y la literatura, sobre escritores varios, y sobre otros asuntos humanos, demasiado humanos…¡ así Dubravka Ugresic!

Iñaki Urdanibia