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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

«Oso» o la increíble historia de una mujer enamorada de un úrsido

Marian Engel dibuja una novela obscena sobre una relación atípica y polémica publicada por Impedimenta.

En el siglo XIX, en Estados Unidos, un hombre llamado John Adams se ocupó de entrenar a osos grizzlies, y tanto se relacionó con esta subespecie de oso pardo que fue apodado John ‘Grizzly’ Adams. Unas décadas antes, el famoso poeta lord Byron paseaba a su oso por la universidad como si de un perro se tratara. En la actualidad, el escudo de Madrid tiene un oso, un animal al que los lapones llaman los Perros de Dios, y en la tradición irlandesa hay un dios oso. Durante el siglo XX fue famosa la tradición de algunos gitanos húngaros de entrenar osos para que bailaran.

Son múltiples las referencias mitológicas, históricas o simplemente anecdóticas con un oso como protagonista. En esta novela de la canadiense Marian Engel y ganadora del Governor General’s Literary Award en 1976, cuando fue publicada, el oso ni canta ni baila, pero no se lo pierdan. En lugar de eso, se convertirá en una presencia fundamental para la protagonista, Lou, a la que le encargarán que vaya a una isla canadiense a clasificar los libros de una mansión. Detrás de la casa vive el oso, un úrsido viejo y manso.

Desde el principio, el hombre que guía a Lou hasta la mansión la avisará del riesgo que corre si se acerca al animal. Sin embargo, ella le soltará la cadena, irá con él al río, se bañarán juntos, lo dejará entrar en la casa e incluso se narran obscenidades sexuales entre ella, una mujer joven, y el oso, motivo por el cual la novela se rodeó de un aura polémica tras su publicación —recordemos, publicada en 1976—.

La autora, condecorada con el grado de Oficial de la Orden Canadiense, dibuja en esta obra traducida por Magdalena Palmer, una historia narrada en tercera persona donde Lou siente nacer de nuevo, necesitaba estar allí.

La presencia del oso y su atracción sexual hacia él le hará coger fuerzas, revitalizarse. Su misión, que era ir a la isla a revisar los libros, pasa a un segundo plano y es su relación con el oso lo que Engel prioriza en la historia, así como la introspección y el soliloquio interior que mantiene la protagonista.

El oso no se muestra en ningún momento agresivo, más bien cansado y sumiso. Le hace de mascota y probablemente Lou se descuida demasiado al dejar a un animal salvaje tan libre ante ella, desvalida y sola en muchos kilómetros a la redonda. Sin embargo, ella empieza a experimentar con la inocencia animal del oso y, lo que al principio era afecto, se convierte en atracción.

En un momento de la novela, el hombre que guía a Lou le dice «Me esperaba a un hombre, no sé por qué». Estas palabras, sumadas a otros pensamientos de la autora, darán lugar a un fuerte mensaje feminista donde la protagonista se resarcirá de su condición de mujer de la época, hará y deshará a su antojo y se sentirá más a gusto sola o con la compañía ocasional del oso que en presencia de hombres. Además, no se resignará a ser una ama de casa sumisa, sino una mujer libre y capaz que rompe convencionalismos, rechaza actos machistas y se refugia y refuerza a partir de la presencia del oso —recordemos, publicada en 1976—.

Entre ese mensaje feminista y las insinuaciones sexuales entre mujer y oso, la novela levantó polémica. Esto, unido a la brevedad de la misma —alrededor de 150 páginas—, hizo del libro un objeto de culto en la época, una historia anodina y rompedora en la que el final no brilla nada, pero en la que los protagonistas, su psicología, sus pensamientos y, sobre todo, sus actos, están tejidos con un hilo narrativo de alta costura.

Mario Guerrero