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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

David Storey: «El ingenuo salvaje»

El mundo editorial nos propone sorpresas como que la edición de «El ingenuo salvaje» de David Storey sea una novedad.

En el año 1960 esta obra recibió el MacMillan Fiction Award, y en 1963 Lindsay Anderson la convirtió en película. Curiosa evolución de su título: del original This Sporting Life al filme que con el mismo título se tradujo en España por El llanto de un ídolo y que ahora Consuelo Rubio presenta en Impedimenta como El ingenuo salvaje. Sutiles perspectivas.

Es David Storey un autor británico poco conocido y del que rescatar aquí una obra que en Inglaterra se codeó en premios y trayectoria con la de John Berger, Nadine Goldimer, William Golding o V.S. Naipaul supone una revisión muy digna. El novelista y dramaturgo fue también, como el protagonista de la novela, jugador profesional de rugby a 13. Él para poder costearse los estudios, mientras que Arthur Machin, el protagonista de El ingenuo salvaje lo hace desde la ambición personal y económica del ascenso social -y emocional- de su entorno vital, que transcurre en la región de Yorkshire, al norte de Inglaterra.

La insignificancia del hombre frente a las oportunidades y la ambición, la adaptación al entorno con el control de las emociones, el dejarse llevar por el efecto agresivo del juego son matices que caracterizan a los diferentes personajes y situaciones.

La novela, dividida en dos partes, tiene una interesante estructura en que los seis capítulos de cada una resuelven de distinta forma. En la primera parte se suceden alternativamente dos tiempos desde el presente a partir del que seguirá la narración al pasado que explica el ascenso del protagonista y su relación con los personajes que confluirán en el punto central. Después, la segunda parte irá resolviendo todos los conflictos dedicando cada capítulo a uno de los personajes.

Ascenso, prosperidad y decadencia como jugador profesional de Arthur Machin en el rugby a 13, caracterizado como un “deporte violento que se juega sólo por dinero, prestigio personal o peculiar regocijo” (p. 305). Un entorno ético y estético muy bien descrito, con las evoluciones de los personajes en una sofocante sociedad de postguerra en la Inglaterra de los años cincuenta que vemos siempre desde la óptica del protagonista, narrador en primera persona de las actuaciones de los demás y de las interpretaciones de las propias.

No es una novela sobre el juego sino sobre la sociedad en que se inscribe, especialmente en su versión violenta o agresiva. En ese sentido, resulta trepidante la descripción final de los previos y del partido con el que concluye la novela en el que nuestro protagonista se cuestiona el sentido de lo que hace mientras nos mantiene en vilo pensando que la violencia que se desata va a concluir en la desgracia de los personajes. Es, sin embargo, un partido más, en el que a Machin se le manifiesta una súbita fatiga, la que provoca la conciencia del tiempo perdido, tras diez años de esto, diez años de afición, diez de dolor de animal mutilado (p. 350). Fin de un partido como el fin del bucle en el que nos mete la vida.

Aránzazu Miró