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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

Rugby: un deporte de rufianes contado por literatos

El rugby es un deporte que no tiene aficionados, sino enamorados. Los franceses, que lo introdujeron en España desde Toulouse por la puerta de San Baudilio de Llobregat con la intermediación de un veterinario llamado Baldiri Aleu, suelen definirlo como “una escuela de vida”. Los ingleses, inventores del juego a partir de una perversión del primigenio fútbol y difusores del mismo por los cinco continentes –los cuatro confines del Imperio en su etnocéntrica cosmovisión–, fijaron en su lapidario su definición canónica, la que gusta repetir a cuantos han tenido el inmenso placer de chocarse contra una pared de huesos y músculos con un balón ovalado entre las manos: “Un deporte de rufianes jugado por caballeros”.

«El ingenuo salvaje», así, es más una novela social impregnada del obrerismo pre-punk de la Inglaterra de mediados del siglo pasado que un relato sobre el deporte. El equipo para el que juega Machin, propiedad del mismo empresario que posee la fábrica que da trabajo a gran parte de la población imaginaria en la que se desarrolla la historia –podría ser Sheffield, Hull, Leeds…–, es todavía un trasunto de las estructuras rígidamente clasistas de la Revolución Industrial, con esa relación casi de vasallaje entre la masa obrera y un patrón que se ingiere incluso en sus relaciones sentimentales. Un retrato al fresco, en fin, de ese mundo de heroica resistencia del capitalismo frente al chantaje permanente de unos sindicatos felones y prosoviéticos con los que, felizmente, terminó la providencial política de Santa Margaret Thatcher.