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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

Mircea Cartarescu: «El comunismo era fingimiento»

El autor de «Solenoide» encabeza la embajada de Rumanía en la Feria del Libro de Madrid. A la vuelta del verano, presentará en España «Cegador».

Puede que Solenoide (Impedimenta) sea la novela de la que más se ha hablado durante este curso. Sórdida como una muela cariada, promete, tras 794 páginas de vagabundeo por Bucarest en los años 70, un momento de luz absoluta .De modo que, ¿por dónde abordar a Cartarescu, sin ponerse tremendos? ¿Por el humor, quizá?

– Leí que en los países socialistas, por debajo del lenguaje oficial, tan solemne, había un humor muy salvaje.

– Ninguna época ha tenido tanto humor como aquella.Es lo que más echo de menos de esos años, porque la gente ya no ríe como entonces. La risa era el mecanismo que nos permitía conservar la conciencia individual. Todo el mundo se reía del dictador, hasta los policías. Había un acervo de chistes que nació en la Alemania nazi, después viajó a la URSS y se extendió a sus países satélites con mil variaciones.Pero, cuidado, era peligroso, ibas a la cárcel por un chiste.

-¿Y cuándo acabó aquello?

– Inmediatamente después de la revolución.Los chistes empezaron a ser más flojos. Antes, se decía que Rumanía era un país triste en el que se reía mucho.

– Pensaba en la casa a la que llega el personaje de Solenoide, la fascinación que siente por aquella belleza burguesa en ruinas.

– La arquitectura rumana de los años 60 y 70 no estaba mal, era moderna y experimental. La imagen del kitsch comunista es posterior, es el producto del capricho de la familia del poder, que era una familia de campesinos, incultos, fanáticos de la serie Dallas.

– ¿Le parece importante la palabra belleza?

– Dostoievski decía que la belleza salvará al mundo. La belleza, la verdad, el bien… estaban todos unidos, como decía Platón. Y yo estoy en eso: pienso que la belleza no es algo ornamental, creo que es esencia. Me interesa como gracia. La gracia universal. La levitación de los cuadros de Dalí. Lo mágico y lo místico…

– ¿Y el erotismo? A veces nos llegan libros sobre la desinhibición socialista. Pero el sexo en su libro es infeliz.

– El lenguaje oficial era pudoroso. La censura sexual nos pesaba más que la censura política. Pero la sexualidad era bastante libre. El adulterio no era un gran tabú por ejemplo… Aunque el verdadero problema era encontrar anticinceptivos. La píldora entraba de contrabando y había una única marca de preservativos. Se llamaban Volcán y se rompían siempre. Yo creo que eran malos adrede, para favorecer la natalidad en el país.

-¿Qué le dice la palabra epifanía? Porque yo, como lector, veo Solenoide así: sufrir y sufrir y, al final, un momento de plenitud.

-Este libro lo veo como los escalones que explotan para que despegue un cohete: van en cadena, hacia lo alto. Es un desvelamiento de uno mismo, una revelación continua. Yo mismo viví esa epifanía, entendí al final hacia donde iba, cuál era su apuesta ética. Mis otros libros hablan de la salvación individual. En Solenoide, el personaje decide que sólo quiere salvarse si es con aquellos a los que ama, con toda la humanidad.

– Dicen que el mejor de sus libros es Cegador (tendrá nueva traducción al español a la vuelta del verano)

– Sí. Está en otro nivel.Yo pienso en Cegador como las madres que ven a sus hijos adolescentes y dicen: «¿Esta criatura estuvo en mi vientre?». Solenoide habla de la fealdad absoluta. Cegador, de la belleza absoluta.

En El Mundo por LUIS ALEMANY